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De luces, imperios, miradas, olores… de Estambul (y cuarta parte…)


Uno de los aspectos que no quería dejar de reseñar es la increíble amabilidad de la gente de Estambul. Lo que en un principio pudiera pensarse que es interés, siendo una ciudad muy turística, y como tal consciente de la importancia de dispensar un buen trato a los turistas, se tornó pronto en la asunción de que no todo el mundo nos ve como símbolos de € andantes. Verdaderamente la gente se deshacía en explicaciones e indicaciones ante cualquier pregunta, con una gentileza que se agradece bastante.

Con Ricardo, Sanda y Mirja en una terraza frente a Santa Sofía

No nos podíamos ir sin ir a ver a los Derviches. O al menos, sin intentar verlos. Junto a los cordobeses, Javi y María, y con la calle y mezquita en la que “actuarían” (se supone que es un ensayo privado en el que con suerte te dejan entrar) apuntados diligentemente por Belén en un papelote, cogimos un taxi y nos encaminamos, en nuestra última tarde en Estambul, a vivir una experiencia única.

La Mezquita Azul se recorta sobre el horizonte

Como curiosidad, os diré que la palabra “taxi” en turco se escribe “taksi”. Curioso, ¿verdad?. Y como curiosidad también os comentaré que el taxista que nos llevó era un auténtico cabrón. Suele pasar. Fue supertirado todo el trayecto, haciendo maniobras extrañamente arriesgadas y sin sentido. Y, lo más grande, se perdió y nos terminó diciendo que estábamos en nuestro destino en uno de los lugares más míticos de Estambul…

La sonrisa que nos dedicó esa niña bien merecía una foto

Ya he escrito sobre Mehmed II “El Conquistador”, que obtuvo éxito donde tantos otros habían fracasado, en el sitio de Constantinopla, en 1453. Pues bien, la palabra turca para “Conquistador” es “Fatih”. Existe un barrio en Estambul con tal nombre. Y cuentan que no es nada recomendable…

Sigo sin saber el por qué del símbolo de las farmacias. Ésta, sin cruz, ¿por qué será?

Y no sólo eso sino que es el único lugar de Estambul, creo yo, en el que NADIE habla nada que no sea turco. Así, nos dedicamos a mostrar orgullosos nuestro trozo de papel con el nombre de una calle y una mezquita apuntados, y a preguntarlo en voz alta, mientras hacíamos fotos y reíamos haciendo cábalas sobre el espectáculo que íbamos a vivir. Íbamos.

Caminante no hay camino, se hace camino al andar

Poco a poco fue anocheciendo, y no teníamos ni idea de dónde estábamos. La hora a la que la danza se suponía que iba a comenzar se acercaba pelibrosamente y no parecíamos estar cerca de nuestro objetivo. Hasta que preguntamos a un chico joven que salía de una casa de la mano junto a una bonita chica musulmana. Él nos aseguró que no tendríamos problemas si le seguíamos, que nos llevaría donde queríamos ir.

Cinco niños superemocionados que querían pasar a la posteridad

En un principio su seguridad nos dio confianza y le seguimos. En unos minutos empezamos a preguntarnos si era lo mejor, y le paramos para volver a preguntarle. Él nos miró atónitos e hizo algo que no olvidaré, por la gracia que me hizo y lo apropiado del momento, ante la imposibilidad de comunicarnos con palabras. Nos miró uno a uno e hizo una inclinación de su cuerpo hacia un lado, poniendo los brazos en posición de baile derviche, y dejando que su cara adoptase un rictus muy divertido. En ese momento perdimos toda desconfianza y le seguimos, junto a su chica, a la que llevaba tomada de la mano y junto a la que charlaba en voz muy baja, prestándole suma atención en todo momento.

Una señora en la ventana de su casa en Fatih

Tras una caminata serena pero larga, llegamos a un edificio que parecía a medio camino entre mezquita y colegio, con un patio interior abierto. En ese momento nuestro guía intercambió unas palabras con una de las personas que allí se encontraban, hablándole de nosotros, nos estrechó las manos y se fue. Traté de que en mi mano encontrase todo el agradecimiento que me estaba vetado mostrarle de otro modo, habida cuenta de nuestras limitaciones lingüísticas.

¿Quién dijo miedo?

Pues bien, ya estábamos allí. ¿A qué hora bailarán?. ¿Dónde exactamente?. ¿Habrá que pagar algo?. Escuchamos a una señora hablar en francés y Mirja pudo comunicarse con ella a duras penas. Que nos tenemos que separar. Las mujeres arriba, los hombres por aquí. Ok, nos vemos cuando acabe. Adiós. Yo tenía el móvil de María, no hay problema. Si nos queremos ir le mando un sms luego. Perfecto.

Anochecer en Fatih

Entramos Javi y yo, nos quitan los zapatos y tratan de estafarnos un dineral por unas chancletas que luego nos enteramos que no necesitábamos para entrar. Con entrar en calcentines era más que suficiente. Lo que nos salvó era que no teníamos dinero. En ese momento apareció un señor de unos 30 años, con perilla y una pinta de americano brutal, aunque su inglés no parecía serlo. Fue muy amable con nosotros, nos guió a un lugar en el que había hombres de todas las edades: niños, abuelos, jóvenes, no tan jóvenes… todos comiendo, sentados en el suelo, con los platos en mesas bajas. Era una imagen muy mítica. Y unos cuantos, rezando. Les pude hacer una foto pero creo que me jugué el tipo. Con el móvil entre la mochila y la pierna la conseguí:

(no comment)

Luego nos hicieron pasar a una sala en la que había dispuestas pieles por el suelo rodeando como una especie de sillón de persona importante, por no llamarlo trono. Junto a él, un micro. Bordeando las paredes, todos sentados en el suelo. Era como si ahí dentro estuviese la gente más importante. El resto, fuera comiendo. Nos sirvieron té, y luego nos lo recogieron. Los minutos pasaban, y Javi y yo empezábamos a cuestionarnos si estábamos en el lugar y en el momento apropiado. Llegamos a la conclusión de que mientras no nos pidieran interaccionar en ninguna cosa rara no moveríamos una pestaña. Y que si lo hacían, saldríamos por patas en plan Indiana Jones. Lo que estaba claro a esas alturas era que no estábamos en ningún ensayo de los Derviches, sino más bien en lo que parecía una reunión semanal de algún tipo de congregación islámica. El ambiente familiar e íntimo que allí reinaba tranquilizaba un poco nuestros ánimos. Para ir al baño había que quitarse también los calcetines y ponerse unos zuecos muy cachondos.

Calzado para ir al baño

Pues fue más o menos a estas alturas de la noche cuando tuvo lugar una situación digna de cualquier película de los Hermanos Marx. Me di cuenta de que en la sala de al lado se podía fumar. Me levanté y fui hacia allá. Cogí el móvil y escribí un sms a María en el que les decía que estábamos bien pero que cuando quisieran nos íbamos. En ese momento me llegó un sms diciéndome exactamente lo mismo. Y yo, tan contento. Javi me vio fumar y se picó. Cuando llegó junto a mi, me dijo: “Me acaba de escribir Mirja, que están bien, pero que cuando queramos nos vamos, y yo le he respondido eso más o menos”. Y yo le dije: “Qué casualidad, yo le acabo de escribir eso a María, y María me ha escrito lo mismo”. Fue en ese momento cuando nos dimos cuenta de que no éramos Javi y Banyú, sino Mirja y María, y que nos habíamos escrito a nosotros mismos creyendo que había comunicación con las chicas. Yo no podía dejar de reirme, qué absurdo era todo. ¿Y qué es de estas mujeres entonces?… pues sólo tuvimos que girar la cabeza para verlas, en la planta de abajo, la de los hombres… dos rubias con pañuelos en la cabeza, tratando de contener las risas que ya traían por lo visto desde la planta de arriba. Todos los notas revolucionados. Había que salir de allí. Agradecimos la atención recibida y salimos por patas. Luego nos enteramos de que mucho más tarde igual había un baile, pero primero tendría lugar la oración y una especie de meditación. Hubiera sido una experiencia única, pero la logística no acompañaba. Era tarde y había que madrugar bastante para coger el avión de vuelta. Así pues, entre risas y comentando las respectivas experiencias nos fuimos a cenar los cuatro y nos despedimos entrañablemente a la puerta de su hotel. Espero volveros a ver; qué buen recuerdo guardo de aquella tarde-noche en la que todo salió al revés, que no mal.

¿Próximo destino? -> Suceava
Escuchando: “Soneto de la luna – Clara Montes”.
Santoral: Pedro Chanel.
Efemérides:
1503 – Batalla de Ceriñola: el Gran Capitán derrota al duque de Nemours.
1862 – Batalla de las Cumbres en México.
1959 – Fundación de la Casa de las Américas en La Habana.
1981 – Definitiva aprobación y promulgación del Estatuto de Autonomía de Galicia.
1999 – Día Internacional de la Seguridad y Salud en el Trabajo.

0 comments

1 Lasparceta { 05.02.06 at 12:53 }

vaya ciudad, vaya fotos y vaya aventura de viaje.

A disfrutar

pd.- ojo con el desdoblamiento de personalidad via sms

2 Sergio { 05.02.06 at 14:53 }

jajajaj que bueno lo del movil jajaja

3 mariahjc { 05.03.06 at 19:08 }

muy buena la historia de fatih, pero te ha faltado comentar que las chicas no estábamos tan bien acogidas,nos metieron detras de una celosia y a mirja incluso le riñeron por quitarse la chaqueta!!! vaya experiencia más angustiosa! que guay ser europea!!!
besos.