Contrastes

Pues sí, señores, es lo que parece, no lo estáis soñando. Por lo que me ha dado tiempo a ver, Rumanía es un país de contrastes brutales. Cochazos (Porsche Cayenne, Mercedes SLK, Volvo C70) y cascarrias (Dacia en casi todas sus modalidades). Gitanas y señoras estilo brujas y mujeres muy sofisticadas y cultas.

Muchas de las personas (nótese que digo muchas de las personas, no “la gente”) con las que he hablado en este país tienen un complejo enorme, y me han descrito a los rumanos como “gente mala”. Dicen que el país no prospera porque la gente no le deja. Están como resentidos con ellos mismos por haberse “quedado atrás”.

Menos mal que las personas que así piensan no son mayoría. Porque este país tiene cosas muy valiosas, y una de ellas, creo yo, es su identidad cultural, que ha permanecido casi intacta (a pesar de los pesares) hasta hace unos años, al menos en determinadas zonas. Incluso la capital, Bucarest, con algo más de dos millones de habitantes, conserva todavía algo de esa atmósfera mágica que tiene una ciudad que todavía no se ha convertido en un monstruo. Pero está en camino. Cada vez hay más neón, más negocio, más coche y más dureza en la mirada de la gente. Pero, en mi opinión, gente buena. A ver cuánto dura, la gente, o mi opinión.