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Cómo vivir siendo un caballero y no morir en el intento (por Andandaré)

Hoy transcribo letra por letra un artículo de uno de mis mejores amigos en su blog. Como siempre me sorprendes, Paquito:

Más de uno nos hemos visto en la tesitura de plantearnos ¿debemos ir avanzando en esta línea de actuación? ¿qué ocurriría si no persiguiese mi propio interés y dejase escapar esta oportunidad? o ¿qué ocurriría si la aprovechase hasta sus últimas consecuencias?

Estos planteamientos son vitales en materia sentimental y laboral. Mucho más si esta tesitura se da cuando ambas materias están involucradas. El hecho de la miríada de complicaciones posibles y la meditación del individuo aislado según su rol, hacen de éste cuando menos un tema interesante de reflexión.

Veamos dos extremos posibles: el extremo del “pusilánime” y el del “bandido”.

El “pusilánime” lo veo como una persona que no se atrevería a actuar por conseguir aquello que desea. Esto puede ocurrir por miedo a lo desconocido, baja autoestima, costumbrismo “si algo ha ocurrido así hasta ahora, continuará ocurriendo”, y muchas otras razones que sicólogos, más cultos, sabrían definir mejor.

Es el caso de un amigo mío, un pedazo de pan, que a la hora de la verdad se achanta y ni tan siquiera se plantea hablar con chicas por el mero placer de charlar con ellas, como está acostumbrado con “sus colegas”.

Creo que fue Confucio el que dijo aquello de que un hombre con valor y sin principios es un bandido. El “bandido” sólo mira por su propio interés y el bienestar de las personas que le rodean le trae bastante al fresco. Una vez ha decidido lograr algo, lucha por ello sin importarle el daño que pueda causar. Naturalmente alguien así no puede dormir bien por las noches 😉 por eso nuestro maravilloso cerebro inventó la gran mentira del autoengaño. Una de las mentiras más jodidas, si me permiten la expresión, que podemos tener.

Un avance: el “caballero ideal” lamento decir que no existe. No pondría la mano en el fuego por ningún humano al menos. Pienso que casi todos, en algún momento de nuestra vida hemos sido un poco “bandidos”. Personalmente me sentí así en una ocasión. El sentimiento de culpa fue horrible, pero rectifiqué a tiempo y actualmente mantengo una cordial amistad con esa persona, para quien nunca tendré agradecimientos suficientes por enseñarme un poco más de lo imperfecto de mi condición humana. Mi conciencia es un juez poco clemente que no duda en adjudicar penas de insomnio y ayunas. Afortunadamente no le doy muchos motivos para actuar.

El “caballero ideal” imagino que reconoce claramente la línea en la que terminan sus posibilidades de lucha por sus intereses y el inicio de la vulneración de la libertad de elección o derechos de la persona próxima. Por eso, unido a mi resistencia a la actuación por inercia que presenciamos diariamente, suelo afirmar “he luchado hasta donde se me ha permitido luchar”, ya sean las circunstancias o las decisiones de otras personas en el ejercicio de su libre albedrío las que determinen mis límites de actuación.

Por ilustrar lo que pretendo expresar, hay una parte de la película “Como Dios” en la que el protagonista (Jim Carrey), con los poderes del todopoderoso, desea ser amado por una persona con la única restricción de no poder influir sobre su libre capacidad de decisión. Cuando pregunta a Dios (Morgan Freeman) cómo poder hacerlo, Dios le devuelve la pregunta dando a entender que también Él juega diariamente a ese juego, solo que con toda la humanidad. ¿Quiénes nos creemos que somos para poder burlar este don?.

Aunque no siempre podamos ver las consecuencias de nuestros actos, somos dueños de nuestras propias decisiones… además de los sujetos que las padeceremos si éstas quebrantaron alguna ley, fueron en contra de lo “políticamente correcto” o simplemente está mal visto por nuestra comunidad de vecinos. Claro que esta búsqueda de aprobación, temor al rechazo o castigo no deberían ser los motivos de respeto al prójimo.

Si no se respeta a alguien no se puede afirmar quererlo (materia sentimental) u obedecerlo (materia laboral). ¿A qué querríamos u obedeceríamos, a alguien que hemos doblegado y es prolongación de nuestra voluntad o bien a alguien cuya personalidad ha sido deliberadamente sustituída por otra que nos gusta más?.

El problema se complica si las personas que nos rodean en cuestión no tienen una personalidad y voluntad fuertes. Es curioso, pero de 1997 a 2000 conocí adolescentes cuyas parejas sentimentales las agredían físicamente… ¡y a pesar de todo no las dejaban!. Pero esto es adentrarse en violencias de pareja, un asunto muy peliagudo aunque viene muy al caso de esta reflexión. La persona que así obra es un bandido pero sin las comillas, a ser denunciado y procesado.

No se me ocurre mejor forma de acabar este pequeño artículo de pensamientos que con aquella canción de Julio Iglesias que decía tal que así:

“Y es que yo, amo la vida, amo el amor, soy un truhán, soy un señor…”.

Los caballeros que hayan leído este artículo, no olviden las tres últimas palabras.

Ellas no merecen menos.

No significa no y leer otra cosa entre líneas, mucho más agradable de creer, es autoengaño.

Escuchando: “I believe – Savage Garden”.
Santoral: Adelaida, Alicia.
Cumpleaños: Dímelo tú.

December 16, 2005   Comments Off on Cómo vivir siendo un caballero y no morir en el intento (por Andandaré)