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Mogosoaia

Se puede leer en alguna guía:

“Por otro lado, no deje de acercarse al Palacio de Mogosoaia, del s. XVIII, situado a 14 Km. al norte de Bucarest en el Lago Buftea. El palacio perteneció al Príncipe Brancoveanu, quien adoptó los estilos arquitectónicos del Renacimiento y Barroco a los gustos rumanos. Fue construido entre 1698-1702. El palacio fue reconstruido en los años 20 por Marthe Bibesco, el escritor y descendiente de Constantin Brancoveanu.

El palacio ahora es un destino turístico popular, pero aunque los jardines son hermosos, el interior del palacio en si mismo está siendo restaurado y contiene actualmente sólo una galería de arte.

El mausoleo de la familia de Bibesco, residentes en Mogosoaia, se puede encontrar sobre la base del palacio. El Príncipe Antoine Bibesco y su esposa Elizabeth Bibesco (la hija del primer ministro británico, Henry Asquith de Herberto) rechazó salir del país en el comienzo de la guerra a pesar de sus opiniones contra-fascistas. Enterraron a Elizabeth, muerta de pulmonía en Mogosoaia, el 7 de abril de 1945, en la cámara acorazada de la familia. Puede sorprender a los visitantes el ver su sepulcro aquí, con un epitafio conmovedor en inglés – “mi alma ha ganado la libertad de la noche.” El Príncipe Antoine Bibesco volvió a París después de la guerra y murió allí en 1951.”

Tras quedar claro que el fin de semana previo a Navidad no íbamos a hacer ningún viaje, ni internacional ni por Rumanía, decidimos aprovechar al menos una de las dos mañanas para hacer alguna visita turística por los alrededores. El destino elegido fue Mogosoaia. Ya os habréis hecho una idea de los que nos encontramos por allí.

Lo que no cuentan las guías es el calvario que hay que pasar para llegar si no tienes coche. Hay que coger un autobús desde Bucarest, y después de media hora tienes que adivinar en qué parada te bajas y pillas un “maxitaxi” hasta Mogosoaia, que no hasta el Palacio de Mogosoaia. Para los que no sepáis qué es un maxitaxi: furgoneta con asientos en plan autobús en la que se hacinan X personas por 1-1.5 Lei (ni 0.5 €).

En principio Adrián iba a venir con Ana y yo, pero se rajó habida cuenta de la tardía hora a la que nos retiramos a nuestros aposentos. Por el camino encontramos varias cosas que nos resultaron interesantes. Una cabina en mitad de la nada más absoluta:

Y mirad qué casa tan bonita:

Ya en Mogosoaia, en la parte de atrás del Palacio, se puede “disfrutar”de una agradable visión de jardines, lago (con islote incluído)… entrecomillo disfrutar porque resultó que ese día la temperatura bajó de CERO y era una auténtica pasada siquiera respirar…

Domando a las fieras…

Uno de los pabellones interiores del Palacio. La foto está tomada desde una terraza del principal.

Otro de los pabellones del Palacio. Cómo molan los tejados…

El pabellón anterior y la torre de entrada:

El panteón familiar cuya historia habéis podido leer anteriormente:

Aquí se debería poder leer la leyenda:

Los jardines, que obviamente y tras el otoño y ante el duro invierno que se avecina no lucen con esplendor… pero lo harán, y si puedo volver lo veréis…

El bulevar de entrada al Palacio desde la calle principal de Mogosoaia. Por este camino, unos minutos después de tomar esta foto, Ana y yo salíamos del Palacio caminando. Nos topamos con un cortejo fúnebre increíble. Supongo que irían a una pequeña iglesia ortodoxa que hay justo antes de la torre de entrada al Palacio a oficiar una ceremonia religiosa por el alma del difunto. Había un señor vestido de sacerdote ortodoxo, pero como si hubiera sacado los ropajes de una tienda de disfraces vieja. Del resto había unos cuantos riendo entre ellos por una broma de alguno, la familia detrás del “coche” fúnebre (un carro tirado por un burro) y la fallecida, una señora anciana que iba cubierta por ropas y flores excepto la cara. Fue una cosa muy auténtica, pero ni pude ni quise sacar la cámara.

El lugar está acondicionado para la masiva visita de turistas:

Esto es una pequeña bromita. Hay WC en uno de los pabellones. Que nadie se me enfade por parcial.

Lo que no viene en las guías (bueno, en Lonely Planet sí que viene), y hay que conocer a algún bucarestiano para localizar, es la estatua de Lenin que un día ocupó un lugar insigne en una plaza de Bucarest y hoy, como símbolo de la caída del comunismo en Rumanía, se conserva de esta guisa en mitad del campo, tras el Palacio de Mogosoaia:

Qué contraste. Ana no es que sea muy alta, pero es que la estatua es una buena mole…

No lo dejaron sólo, como podéis ver:

Ana, ¿qué haces, dónde vas, estás loca…?

Tras estas instantáneas emprendimos viaje de vuelta, sopita calentita y pá casa a pegarse un buen siestón.

Como el que se está pegando este buen hombre al estilo estatua de Lenin en el banco de una parada de autobús… lo siento pero la foto está movida porque no podía dejar de reirme. Aunque la cosa no es para reirse mucho…


Escuchando: “Somewhere only we know – Keane”.
Santoral: Julián de Antioquía.

January 9, 2006   Comments Off on Mogosoaia