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Busteni (primera parte…)

Miércoles 10 de mayo. El Sevilla FC se proclama brillante vencedor de la Copa de la UEFA. Viernes 12 de mayo, Bucarest me asfixia. Los planos planes, la rocosa peña y los lugares comunes torran mi discurrir. Tengo que salir de aquí. Sábado 13 de mayo. Me levanto, ¿dónde voy?… pedaso de tiempo, pá la playa. Vamos a conocer el Mar Negro. Me lavo el careto, cojo un bañador y una camiseta… bueno y algo de manga larga no vaya a ser que refresque algo por la noche. Ahora me pongo un pantalón de chándal para no ir en bermudas en el tren… a la Gara de Nord. ¿Taxi o metro?. No hay prisa, metro. Bajo las escaleras. Está tranquilita la cosa. Poca gente en los andenes, y en las calles. Nada parecido a un sábado sabadete a esa hora en cualquier lugar de España, donde puedes apreciar los pútridos restos de la escoria que sale de los estómagos lacerantes, como desencantada con su portador. Pero esto es Rumanía. La gente todavía no tiene lo suficiente como para no saber lo que hacer con ello. A esta gente no le reventará el hígado a las primeras de cambio.

Estoy en la Gara. Dios, qué ganas tengo de montarme en el tren. Este país tiene tanto por descubrir. Han pasado ya más de siete meses desde que llegué. Me he perdido más que una bolita de acero por el extranjero: Belgrado, Sevilla (por Navidad), Budapest, Londres, Estambul… por Rumanía: me he pateado Transilvania unas cinco veces. En coche, en tren… he visitado los monasterios de la Bucovina, y los alrededores de Bucarest no son ningún secreto para mi. Pero este país es mucho más. La costa del Mar Negro; el delta del Danubio. Las Fagaras, los Cárpatos más agrestes, me esperan cuando se abra el paso montañoso que los atraviesa desafiante los meses de julio y agosto. Timisoara, Cluj-Napoca, Iasi, la ansiada Maramures…

– Que me quiero ir a la playa, ¿tiene un billete para Constanta?.
– Se acaba de marchar el tren.
– Bien, ¿cuándo es el próximo?.
– Dentro de 4 horas.
– Magnífico, deme entonces un billete para Busteni.
– (no comment).

Todavía recuerdo la carita de asombro que se le quedó a la de la ventanilla. Para que os hagáis una idea: Constanta es una ciudad turística y costera a orillas del Mar Negro. Busteni es una pequeñísima localidad en mitad de los Cárpatos meridionales. Nada que ver una cosa con la otra. Yo, con cara de pena suplicando por un billete a cualquier parte. La chica del mostrador, con una mirada curiosa…

¿Por qué Busteni?. Había pasado muchas veces por ahí, pilla de camino a Sinaia, Brasov y demás ciudades ya visitadas anteriormente. Hará un par de meses me hice con una guía casera con sitios y lugares deslumbrantes a nivel natural. Aquí hay un par de ellos… uno de ellos está en Busteni. Sobre el Monte Caraiman, la montaña que domina la localidad, se alza majestuosa una gran cruz de piedra en homenaje a los caídos en la Primera Guerra Mundial. No muy lejos de allí, una gran piedra con forma de esfinge, un capricho de la naturaleza, deja irremediablemente pensativo al visitante itinerante.

Chirría a muerte el tren. Hemos llegado. Me bajo. Sonrío. No puedo menos que sonreir, ¡vaya tiempazo que hace y qué pedazo de aire puro que hace aquí compadre!. Da gusto llenar los pulmones. Vaciarlos. Llenarlos de nuevo. Qué diferencia. Paseo como un crío por “la calle” de la localidad, arriba, abajo, arriba, abajo.

Estoy contento. Ummmmm, Fornettis (unos pequeños pastelitos rellenos de queso, pizza, etc…). Voy a pillar 300 gramos, que en realidad tengo algo de hambre. ¿Dónde dormiré?. No hay prisa. Bueno, no hay prisa pero no vas a dormir en un banco, ¿no?. Busca algo y ya luego buscas el telecabina.

Paseando lo vi. Un cartel semioculto en una bocacalle perdida en mitad de Busteni. “Vila Maria, cazare”. Vamos para allá. Llego. Entro. Una oronda señora, con el pelo corto, rizado y rubio me echa una escrutadora mirada con cara de pocos amigos. Me está preguntando en rumano que qué quiero. Parece que el polo de Argentina que llevo no la convence de mi condición de guiri. Supongo que la abundante barba y los pelos de Farruquito le hacen pensar que soy gitano. La animadversión hacia este colectivo que se siente desde determinados sectores en ciertos países “desarrollados” no se puede comparar a la que tienen algunos rumanos. Aunque solapada, la sensación de que gran parte de la negativa imagen externa que se tiene del país tiene su origen en los gitanos está latente en la mente del rumano medio. No es cuestión de racismo. Ellos piensan que los gitanos les han quitado algo que por derecho les corresponde, que es una imagen de gente honrada y amistosa. Yo no voy a ser quien diga que no lo son.

Mi acento inglés de la Algaba la convence de que soy payo, y además extranjero, y su mirada se suaviza. Por un momento me parece vislumbrar el símbolo del euro en sus ojos. “¡Lut!”, llama a alguien. Sale un señor de mediada edad. Intercambian miradas. Él me mira. Sonríe. Joder, qué paz tiene este hombre en la mirada. Una buena persona. Hay gente que no lo puede ocultar, aunque quiera. Hay otros que en la vida lograrán mirar de esa manera. No saben, no pueden. Nadie les ha enseñado.

Tras el control de pasaportes, me conduce a mi habitación. Ni la he visto ni la quiero ver antes de pagar, me la quedo, tengo buenas vibraciones. Mi arrojo le sorprende. Y le agrada. Suelto mis bártulos. La verdad es que la habitación está de escándalo. Gran cama de matrimonio, techo abuhardillado y una ventana con vistas a la montaña, con la imponente cruz allí arriba. Televisión (con cable y mando), espejito de cuerpo entero, aire acondicionado y calefacción… incluso unas flores. Y todo por el módico precio de 16 €. Welcome to Romania.

¿Y ahora…?. Ahora…

(continúa mañana…)

Escuchando: “Heartbeats – José González”.
Santoral: Sisinio, Martory y Alejandro.
Cumpleaños: Ale Solano.
Efemérides:
1453 – Los turcos toman Constantinopla. Fin del Imperio Bizantino.
1494 – Batalla de Acentejo: Los castellanos sufren su mayor derrota del ejército de tierra contra las tropas guanches, en el barranco de San Antonio, Tenerife.
1953 – El neozelandés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay coronan la cima del Monte Everest.
1810 – Día del Ejército Argentino. Se decreta la creación de los cuerpos militares nacionales, que velaran por la defensa y autodeterminación del pueblo argentino, y su integridad territorial.
1966 – Ciudad de México es inagurado el flamante Estadio Azteca casa del polemico equipo de fútbol club América de México.

May 29, 2006   7 comentarios