Érase una vez un sevillano decidido a largarse de su ciudad por un tiempo, cuanto más largo mejor… no porque no estuviera a gusto allí, sino porque sabía que tenía que irse. Primer objetivo, un año de beca terminando la carrera. Por ejemplo… beca Erasmus… ¿dónde?… Francia tiene buena pinta… a Lyon, al INSA (Instituto Nacional de Ciencias Aplicadas). Le dan la beca. ¡¡Bien!!

-Pero usted no sabe francés, ¿verdad?.
-Pues no.
-Pues tiene que hacer un curso intensivo de dos semanas. Cuatro horas cada tarde.
-Ok.

Sí, sí, ok. Cuatro horas cada tarde después de currar por las mañanas y teniendo que asistir a algunas clases en la Escuela por las tardes. Como ustedes comprenderán, nuestro amigo en cuestión llegaba al curso con ganas de todo menos de prestar mucha atención, sabedor de que quedaban más de cuatro meses para ir a Francia, y de que iba a pasar allí diez meses. No veía mucha utilidad a una inyección intravenosa acelerada de conocimientos de francés, sin ton ni son. Se sentó el primer día al lado de un tío con una pinta de bohemio considerable. Después de unas dos horas ya se habían reido lo suficiente como para saber que se iban a llevar bien. El bohemio resultó ser de Algeciras, tierra de buena gente (que me perdonen mis amigos de Tarifa, jejeje). Tenía su beca en París. Tras las dos semanas del curso ya sabían que se volverían a ver. Hubo un par de quedadas con sus respectivas parejas.

Los planes cambiaron bastante. Al señor bohemio en cuestión, pintor y destacado estudiante de bellas artes, y de nombre Ismael, le pudo más saber que de poco le iba a servir para su doctorado su estancia en París, y la idea de pasar tanto tiempo separado de María, su novia. A nuestro amigo sevillano, la aparición de otra beca en el horizonte, no tan atractica desde un punto de vista académico-profesional (el INSA ofrece posibilidades muy interesantes para sus estudiantes extranjeros), pero más segura socioeconómicamente, le hizo desistir de ir a Francia. Y hoy, os escribe desde Rumanía. Ismael quedó en Sevilla. Prometió venir a verme, y vino. Y no vino sólo…

Ismael, Gambrinus y yo, qué dicha…

Aceitunitas, mejillones, choricito, salchichón…

Una semana después de la visita del gran Winfree, recibía a otro amigo. No me puedo quejar. Estábamos en pleno mundial, y los pateos por Bucarest que nos pegamos juntos y él por su cuenta se entremezclaban con los últimos partidos de nuestra selección.

Fiebre de Mundial en el metro bucarestino… ¡¡golazo!!

El domingo hicimos una visita a Sinaia, para ver el Castillo de Peles, que ya os he mostrado en este blog con anterioridad en varias ocasiones.

Vaya caretos

Aparte de quedar impresionado con los paisajes rumanos, que no fallan sea cual sea la estación del año, pudo comprobar la amabilidad de sus gentes. Y tuvo incluso algún que otro percance con algún animal.

¡¡Cuidado con el león!!

Después de visitar el susodicho castillo y el Monasterio de Sinaia, hicimos una parada técnica para papear y vuelta a Bucarest.

Bohemio algecireño, ok

Seguidor del “sebolla FC”

El niño de Algeciras toreando al espíritu de Drácula

El jueves, Ismael hizo el petate y se fue de ruta por los Cárpatos. Visitó Sighisoara. En el planning inicial que se hizo estaba también la visita a Brasov, pero la desechó por enamoramiento de Sighisoara.

Cementerio de Sighisoara 1

Me contó que estuvo dibujando con niños que piden por las calles. Los dibujos fueron donados a los niños, que rápidamente los pusieron en venta, jejejeje…

Cementerio de Sighisoara 2

Pudo volver sin mayores problemas el viernes a Bucarest, donde nos pegamos una buena fiesta de despedida, coincidiendo con el concierto de Depeche Mode en Bucarest (al cual no pudimos asistir).

Vista del cielo desde un tren rumano

El sábado volvió a casa. Y nosotros, por aquí seguimos, echando musetes y demás…

Envido más…

Mañana me voy a Viena; hasta el lunes. Qué ganitas. Cuídense este fin de semana, pórtense bien y pásenlo aún mejor.

Escuchando: “Father and son – Cat Stevens“.
Santoral: Enrique.
Efemérides:
1191 РLos ej̩rcitos de la Tercera Cruzada toman San Juan de Acre.
1898 – Guglielmo Marconi patenta la radio.