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Otra noche más, rugirá Nervión

Siempre me pasa. Lo intento, pero no puedo evitarlo. Los días que juega mi equipo partidos como el que esta noche tendrán la suerte de presenciar en directo 45500 almas en el Ramón Sánchez-Pizjuán, mi productividad baja muchos enteros. Trato de no pensarlo, trato de concentrarme en mi trabajo, trato de escribir sobre lo que estoy haciendo, esquematizar, ver las problemáticas que afronto a diario desde distintos puntos de vista. Pregunto a compañeros las dudas que tengo, trato de aclararlas, anotando los detalles más interesantes para que no vuelvan a surgir. Escucho algún podcast sobre historia o sobre alguno de los idiomas que aspiro a chapurrear en un futuro incierto. Me conecto a alguna radio extranjera, para aislarme.

En definitiva, trato de no darme cuenta de que mi equipo se juega estar en su tercera final europea en un año exacto. De que se juega la posibilidad de defender su título de campeón de la copa de la UEFA, que a tan pocos gusta cuando la gana el Sevilla, pero que tantos apreciarían si la ganasen sus equipos. De que se juega el orgullo herido tras el mal partido del jueves pasado en el otrora Sadar. De que se juega cerrar viejas heridas, todas abiertas por futbolistas de un equipo que se nos ha hecho inevitablemente antipático al sevillismo. De que se juega seguir subiendo peldaños, quitándose complejos, en esa majestuosa torre de Babel que empezó a construir el zapatazo de Antonio Puerta una noche de feria del año 2006m y que tan bella luce ahora ante todo el orbe futbolístico.

Se juegan muchas cosas. Se juegan. Afortunadamente, este Sevilla, cuando juega, gana. A día de hoy, casi siempre juega. Esta noche, jugará. Y nosotros, los que sentimos en sevillista, los que miramos desde arriba las esforzadas miradas del resto, maltratadas por el sol que nos guía, tenemos que poner todo nuestro esfuerzo, nuestras voces, nuestros pensamientos, nuestros sueños, en el tapete del Sánchez-Pizjuán. Los once de blanco sabrán que hacer con ellos.

Pero qué difícil es evitar algo parecido al miedo a perder, ¿cierto?. Ese nerviosismo, esa comezón, esas imágenes interiores de drama que se aparecen cada momento en que la fe decae momentáneamente. Es difícil, pero no imposible evitarlas. Hay que intentarlo. Ya habrá tiempo para verlas hechas realidad cuando la torre de Babel se desplome, que lo hará. Mientras tanto… sigan disfrutando, yo lo haré con ustedes, y juntos lo haremos por todos los que no pueden.

May 3, 2007   Comments Off on Otra noche más, rugirá Nervión