Doblan por ti
Nadie es una isla, completo en sà mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.
John Donne
—Bésame –dijo ella–, si te vas.
—Eres una desvergonzada–dijo él.
—SĂ; por completo.
(…)
—Tú –insistió ella–, lo he visto todo.
—No has visto nada. No has visto más que a un hombre. A un hombre a caballo. Vete. Vuélvete ahora mismo.
—Dime que me quieres.
—No. Ahora no.
—¿Ya no me quieres?
—Déjame. Vuélvete. Este no es el momento.
—Quiero sujetar las patas de la ametralladora, y mientras disparas, quererte.
—Estás loca. Vete.
—No estoy loca –dijo ella–; te quiero.
—Entonces, vuélvete.
—Bueno, me voy. Y si tú no me quieres, yo te quiero a ti lo suficiente para los dos.
Por quién doblan las campanas. Ernest Hemingway.
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Alguien deberĂa explicarle a ella, que querer por dos no es suficiente, de hecho sobra.
El corazĂłn tiene razones que ni la misma razĂłn entiende. Es una frase muy tĂpica pero viene bien para entender la postura de ella en este tipo de situaciones.
Esto me recuerda a un curioso aforismo de Borges, que me gusta mucho:
“Todos los hombres en el vertiginoso instante del coito, son el mismo hombre. Todos los hombres que repiten una lĂnea de Shakespeare, son William Shakespeare.”