Imagen de cabecera aleatoria... ¡Pulsa F5 si quieres ver otra!

Agridulce

Es la sensación que tengo ahora mismo de mi estancia en Madrid. Pero sé que durará sólo por esta noche.
Hace dos horas y cuarenta y dos minutos estaba terminando la mudanza a casa de Javi, desde “casa Robles”, el piso que durante los últimos siete meses ha visto pasar muchas caras, muchísimas, ha escuchado muchas canciones, ha visto muchas películas, ha disfrutado con algunas conversaciones… y que había tomado el testigo de la casa en la que viví en pleno corazón de Chamberí.

Hace dos horas y cuarenta y dos minutos apoyé mi ordenador y el de la empresa (ambos portátiles) en la pared que hay frente al ascensor en el portal de Javi, y me dirigí a la puerta para seguir cogiendo cosas. Javi había ido a aparcar el coche. En ese momento entraba él por el portal. Nadie había entrado. Sonaba la puerta del ascensor. Cogimos más cosas y fuimos para adentro. No reparé en el detalle de que tampoco nadie había salido, a pesar del sonido de las puertas del ascensor. Terminamos de introducir el resto de cosas desde la puerta del portal hasta la del ascensor. Fue entonces cuando me percaté de que faltaba uno de las fundas de los portátiles. El alivio que sentí cuando me di cuenta de que la humilde bolsa en la que llevo mi Macbook enfundado en su Tucano estaba allí fue momentáneo. Instantáneo. Duró lo que dura una mirada rápida recorriendo el resto de mis pertenencias.

Hace una hora y media estaba en la comisaría de la Policía Nacional de Tetuán presentando la pertinente denuncia.

Ahora mismo estoy degustando unos berberechos, una pizza barbacoa, una cervecita fresquita, mientras escucho “Los Rodríguez”, y disfruto de una conversación de desahogue puro, sobre las miserias humanas y demás zarrias, con una persona muy especial.

Me sabe mal. Desde que entré en la empresa en la que estoy ahora mismo, hace ahora 361 días, todo han sido golpes contra una pared invisible. Esto ha sido demasiado.

Si mi vuelta a Sevilla se antojaba necesaria para terminar la carrera y poder por fin dedicarme al 100% a labrarme un futuro profesional digno, ahora es poco menos que imprescindible. Vivir en Madrid ha sido una experiencia inolvidable. He conocido a muchísima gente, lo he pasado mucho mejor de lo que podía soñar, y cuando el miércoles me siente junto a mi padre (viene a Madrid y vuelve a Sevilla ese día por motivos de trabajo) en el AVE, a la salida de Atocha creo que estaré a puntito de llorar pero con la sonrisa puesta. Eso es seguro. Parte de mi se queda aquí. Parte de Madrid se viene conmigo.

Pero esto sigue. Si todo va bien, estaré tres meses en Sevilla y luego me marcharé a Dublín. Tengo cuentas pendientes con Irlanda desde los dos meses que pasé allí en el verano de 2004.

Tengo una persona que atender. Lo que tenía que escribir ya lo he escrito. Nada ni nadie va a hacer que me vaya de Madrid con mal cuerpo, ni haciendo mala sangre sobre nadie que he conocido aquí. Nunca el tiempo es perdido. Nunca.

February 2, 2008   10 comentarios