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¿Cómo pedir una cerveza?

Me pasa Frankeinas un meme desde Tres Tristes Tigres, blog que leo regularmente. Se trata de aclarar de dónde eres y cómo se pide la cerveza en tu ciudad natal. Tengo que aclarar que en un primer momento no supe muy bien qué escribir sobre esto, ya que no creo que haya una forma concreta o específica que diferencia a los bares sevillanos del resto de España, más alla del seseo a la hora de pronunciar.

Aquí lo normal es acercarse a la barra, sorteando rivales, poniendo los codos, y decir en voz alta y clara mirando a los primeros ojos de camarero que se fijen en ti:

“- Buenas, me pones X servesitas, hagaustélfavó”.

No, no es un error la mezcla entre el tuteo y el trato de usted, eso es muy típico por estos lares. También existe la posibilidad de que el camarero te interpele antes de que puedas abrir la boca. En esos casos lo suyo es contestar rápidamente:

“- X servesitas, grasias”.

Si estoy escribiendo con eses no es por tratar de ser gracioso ni nada por el estilo, sino porque es lo que oirás si te acercas a la barra de cualquier bar sevillano. Llegado a este punto tengo que aclarar que aunque soy de Montequinto, ergo de Dos Hermanas, no hablo como un nazareno sino como un sevillano. La gente de Dos Hermanas por lo general cecea, aunque levemente. La gente de Sevilla sesea. En Montequinto, que está un poco más cerca geográficamente de Sevilla a pesar de encontrarse en el término municipal de Dos Hermanas, se sesea. A mi Dos Hermanas particularmente me encanta, tengo que confesarlo, pero también he de decir que me considero sevillano, ya que habré ido diez veces a Sevilla por cada una que habré dirigido mis pasos hacia el municipio nazareno.

En general se puede extrapolar lo del seseo a las capitales de provincia andaluzas, y el ceceo a los pueblos. Si no viene alguien a desmentirme, creo que es una norma válida. Lo escribo como un inciso para la gente que no es andaluza, que normalmente tiene unas ideas muy peregrinas al respecto.

Siguiendo con el zumo de cebada, me gustaría comentarte, Frankeinas, que si odias la cerveza en vaso de tubo, en Sevilla tendrías que estar al loro, pues en muchísimos bares aún la siguen poniendo así. Y digo aún porque en los últimos años se observa una tendencia al vaso bajo y anchote, de entre 35 y 50 centilitros.

Si lo que quieres es un botellín, lo pides. También es muy común que te sirvan botellines de cerveza en muchos bares. De 20 centilitros, eso sí. Como la cojas con mucho calor, del primer trago casi te la bebes.

cruzcampo2

Lo cierto es que respecto a los tamaños y cantidades no soy muy entendido de las expresiones que se usan en Sevilla. Yo creo que realmente no hay. En todo caso, si quieres pedir una más grandota lo especificas, pero hasta donde yo sé la gente no usa las expresiones estándar de tercios, medios, etc… al menos yo no las he usado en mi vida por estos lares.

Un último apunte: si no te gusta la Cruzcampo lo pasarás mal por Sevilla. Somos tan ombliguistas que en el tema de la cerveza no íbamos a ser menos. Cerveza, por defecto, en Sevilla, equivale a Cruzcampo. Si quieres otra cosa tendrás que pedirla y cruzar los dedos. Con un poco de suerte quizás tengan Estrella o Alhambra (qué rica esta última, por cierto…)

alhambra

Antes de terminar, quiero contar algo bastante desagradable que me pasó en “El Almendro”, un archiconocido restaurante situado en la homónima calle del madrileño barrio de la Latina, y que se ajusta a la temática de este post. Era una de mis primeras noches en Madrid, ni siquiera vivía todavía por aquellos lares. Estaba yo cenando con una persona a la que hace mucho tiempo que no veo, cuando me dirigí a la atestada minicutrebarra a solicitar un par de cañas, cuando lo hice en estos términos:

– ¿Me pone un par de servesitas, por favor?.

– Dos cañas, querrás decir, ¿no?. – ante esta respuesta, no pude más que pensar qué serían las cañas y no logré sacar nada en claro, así que repetí.

– Dos servesitas, por favor.

– Querrás decir dos cañas.

– No, quiero decir dos servesitas. – prometo que no estaba seguro de a qué se refería con cañas.

– Bueno, pues hasta que no quieras cañas no vuelvas por aquí.

Y se puso a atender al resto de la gente. Reconozco que fue uno de los pocos momentos de mi vida en los que más cerca estuve de agarrar de los pelos (escasísimos, por otra parte) a alguien y tirar de su cabeza hacia abajo con todas mis fuerzas hasta escuchar un golpe seco y casi sordo, de no ser por un ligero sonido húmedo. Cuando se lo comenté a mi amiga, ésta me explicó lo que era una caña y lo que pasa en algún que otro lugar puntual. Muy puntual, por cierto. Luego he vivido en Madrid por espacio de trece meses y no he vuelto a tener ni un problema con ningún camarero. Puede ser, en cualquier caso, porque sólo volví al Almendro una vez, y empujado por la presión social. Y no me levanté para ir a la barra ni una sóla vez. Allí estaba el indeseable en cuestión.

almendro

A todo esto, ¿alguien sabe por qué es tan famoso ese sitio?, aparte de estar situado en la Latina, y tener unos huevos rotos que se pueden comer. Siempre está lleno, su distribución es terrible, tiene las sillas más incómodas de la historia y es caro. Y por si fuera poco el camarero amable. Lo tiene todo. No vayáis más.

May 21, 2008   14 comentarios