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Category — Gente

Halloween en la Casa del Pueblo

Lo que en 1989 fue el sueño de un dictador, el 29 de octubre de 2005 se convirtió en una ocasión de hacer algo digno por los que tienen pocos recursos. No me enteré muy bien para qué servía, pero hubo una fiesta benéfica de Halloween el pasado viernes en el citado edificio.
No me encuentro con muchos ánimos de relatar cómo fue la llegada, qué hicimos una vez dentro, etc… porque me acaban de decir que muy probablemente no pueda volver a España por Navidad. Así que, como no tengo ganas de escribir hoy, os dejo al menos una crónica fotográfica de la velada. Si pudiérais ver los vídeos del lugar, fliparíais. Antes de entrar, con mi supercurrado disfraz de cuerpo entero:

Aquí tenéis a Laura, una de las becarias de la Cámara de Madrid, toda una chica mala:

Violeta, aspirante a bruja novata del año:

La clasificada en segundo lugar en el citado concurso:

José, un cordobés que pretendía convencer (sin fortuna, claramente) de que iba de Sancho Panza a todo el que le preguntaba:

Un señor tirolés llamado Raúl:

Todo un caballero venido de Oporto, Antonio “el Portu”:

Una rumana que se había propuesto llevar el mejor traje, creo que se llama María:

Una imagen un tanto grotesca, no apta para todos los públicos:

Una visión general del escenario en el que no actuó nadie:

Tras la fiesta nos fuimos al bar donde acabamos todas las noches, Salsa 3. Esto no significa que haya dos más abiertos, sino que tras cerrarse los dos primeros (vaya usted a saber por qué) lo han intentado una tercera vez. La verdad es que éxito no les falta. Parece que a la rumana que sabe bailar salsa en su casa la quieren más y tiene más amigos, porque casi todas bailan. Además empiezan a sacar a cualquier que se acerque, para practicar, y te dejan en evidencia de una manera… pero claro, eso yo sólo lo he visto, porque ni de broma se me ocurriría bailar con ninguna rumana a nada. Pues eso, en Salsa 3 a los españoles nos miman mucho, dado que nos dejamos un buen pastizal todos los fines de semana, y en casos aislados incluso entre semana. Fijaos si nos miman que tenemos hasta nuestro rinconcito:

También capturé una foto que puede costar un disgusto a alguno que otro, pero la pondré confiando en que la sangre no llegue al río:

Y, por último, la foto de grupo, en la que no estamos todos, como no podía ser de otra manera (¿ein?)…

Hasta otra…

November 2, 2005   Comments Off on Halloween en la Casa del Pueblo

Un pueblecito llamado Sinaia

El viernes nos acostamos relativamente pronto, dado que después de dos semanas en Rumanía, todavía no habíamos hecho ninguna excursión, y la primera tenía que ser el sábado. Asesorados por compañeros y amigos españoles de la oficina, fijamos nuestro primer destino: Sinaia. El sitio cuenta con abundante documentación en Internet, además de múltiples fotos… y pintaba bien. Cogimos un taxi hacia la estación a las 7:30 de la mañana. ¿Quiénes? Pues Adrián, Ana, Sergio y yo. En la estación nos esperaba Ramón, ex-becario Icex en Delhi, y currante en una empresa española en Bucarest. Llegada a la estación, 7:50. Salida del tren, 8:00. ¿Idea alguna del billete o tren que había que pillar? ¡¡NO!! Agobio. Aparece un señor rumano muy interesado. Habla con la cajera, nos pide los billetes, el dinero, los paga, corre hacia un andén, lo seguimos… llegamos a un vagón… Sergio le quita los billetes de tren de la mano… este vagón no es, el siguiente… lo seguimos… el tío le dice a Sergio: “este es, son 10 € por los servicios prestados”. Se sube al vagón él primero. Sergio se da la vuelta y dice, “ahí te quedas”, nos vamos al siguiente vagón. No sé qué pasaría, pero hay que ver la jeta que tiene aquí la gente. Muchas gracias señor, desde aquí se las doy, y desde luego que se merecía algo por los “servicios prestados”, pero tuvo tanta cara que se quedó con las ganas. Pagaría por ver su cara cuando se dio cuenta de que le habíamos dado el “vagonazo”.

El viaje lo pasé leyendo en el pasillo, de pie porque no cabíamos todos en el vagón. Consecuencias de no saber ni dónde íbamos en el tren. Harry Potter VI me tiene enganchado. En cualquier caso sólo duró una hora y media, y yo había dormido 4 magníficas horas, por lo que no me resentí mucho… Llegamos a Sinaia…

No pintaba mal… y dentro de la estación… dispuestos a aprovechar al máximo nuestra primera excursión, Adrián, Sergio y yo:

En realidad Adrián tiene cara de decir “¿Por qué no estaré yo en la cama ahora?”. Salimos de la estación, hacemos acopio de los víveres indispensables (agua, patatas, etc…) y emprendemos camino hacia el Castillo de Peles, correctamente guiados por un lugareño. Por el camino me entretuve hasta con las piedras…

También se ve que por la zona rodaron algunas escenas de la Guerra de las Galaxias, porque se han dejado parte de Chewbacca o algún congénere suyo…

Y así, casi sin darnos cuenta, nos encontramos con esta visión…

Ahí, por la cara, en mitad del campo. La verdad es que el castillo por fuera es una pasada, muy bonito y todo lo que tú quieras, pero por dentro ya es increíble. Tiene de todo y de todas partes del mundo. Mentes más versadas que yo en el arte de la decoración y el buen vivir hubieran apreciado más los detalles, pero a mi se me cayó la baba como a una enano… Algunas vistas exteriores más…

Una foto de todos lo que fuimos, de derecha a izquierda: Adrián, Ana, Ramón, Sergio y yo…

Me quise congraciar con un animalito que pasaba por allí pero no me salió muy bien la jugada… nótese la expresión de inmenso dolor que se reflejaba en mi rostro…

Uno de los guardias tratando de desalojar a uno que no había pagado la entrada al castillo…

Una vez pagado el importe necesario para ver el tema que te quema, 50.000 Lei o 5 RON (lo mismo que decir Lei nuevo), o sea, 1,5 € más o menos, te obligan a ponerte unas chancletas de la abuela para poder andar por dentro:

La verdad es que el castillo es más bien un palacio por dentro. Desde luego que no me importó ponerme los profilácticos ortopédicos para verlo…
A la salida nos encontramos con la típica estampa de buscadores de setas…

Poco después arribamos a la siguiente etapa de nuestro día: el telecabina. El plan era subir a la llamada “cota 1400”, y comer en uno de los resturantes que allí hay. No había pensado mucho en el tema y en el miedo que le tengo a las alturas hasta que no lo vi…

Y encima verde… todo pintaba mal… mi mente empezó a funcionar más rápida y caóticamente todavía si cabe… casi se me nubla la vista… le eché bemoles, y pá’rriba. Juzgad si mereció la pena…

Y otra…

Mejor aún…

Una vez arriba, comimos como hacía tiempo que no lo hacía. Nos pusimos de carne hasta arriba, pues si bien en este país lo de comer pescado no se lleva (qué ganas tengo de ir a Sanlúcar de Barrameda…), no se puede decir lo mismo de la carne. Además, con vistas como las que os acabo de mostrar. Fue un momento grande, por tratar de describirlo de alguna manera. Si tuviera que resumir en una imagen lo más bonito, a nivel natural, que vi el sábado, sería esta la elegida…

Paseando por el pueblo, vimos algunas estampas dignas de mostraros: por ejemplo, de lo que son capaces los billetes rumanos, hechos de un material impermeable…

Que no se asuste nadie, que cada uno de los billetes que véis en la imagen valen 25 céntimos de €, más o menos. Nos encontramos con una casa que bien hubiera podido ser usada por la familia Adams…

Y presenciamos de cerca una transformación humano – ufo – humano de nuevo, en forma de ET & Adrian…

Del paseo al tren, y camino de vuelta a Bucarest, a casa, qué raro suena… pero no mal, sólo raro. No me quiero poner pesado con las fotos, pero creo que merece la pena que veáis los caretos que llevábamos a la hora del regreso…

Adrián y Sergio:

Ramón y Ana:

Y servidor…

Hasta otra…

October 24, 2005   Comments Off on Un pueblecito llamado Sinaia

Mis compañeros ICEX

Aprovecharé que he empezado la semana con mucha energía y he hecho de todo ya en mi oficina, para presentaros a mis compañeros becarios Icex en Bucarest. Lo haré por riguroso orden alfabético de sus nombres:

Adrián Muriel. Becario Icex – Inversiones. Bucarest:

Este inquietante personaje es Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Madrid. Nació en Barcelona, y es un buen aficionado al fútbol, culé para más señas. Ni comparte ni entiende el nacionalismo catalán. Residió durante varios años en latinoamérica, para acabar en Madrid. Es políglota: inglés, alemán, portugués, algo de ruso y algo de rumano. Le gusta la carne rumana. Odia el estereotipo niño-prodigio-tontolculo que tan de moda está en España. Le gusta jugar al fútbol, de central, con peligrosas subidas al ataque.

Ana Carnal. Becaria Icex – Tecnología. Bucarest:

De nombre engañoso, esta inocente criatura es Ingeniera Industrial por la Universidad Carlos III de Madrid. Nació en Madrid, y residía allí hasta el día que aterrizó en Bucarest. Habla inglés, algo de árabe y algo de rumano. Tiene novio desde hace algo más de 1 año. Le gusta el café sin azúcar, un buen paquetito de Lucky Strike y los pastelitos de chocolate, además de las ensaladas rumanas. Le gusta cocinar, y es muy limpia, pero en su corta estatura encierra un fuerte carácter que se rebela contra el prototipo de mujer florero. Quiere salir a correr por las tardes pero no encuentra apoyos por parte de sus compañeros en ese aspecto.

Sergio Gómez. Becario Icex – Comex. Bucarest:

Hombre de grandes dimensiones, y con cara de bueno donde los haya. Licenciado en Administración de Empresas por la Universidad de Newport. Nació en Barakaldo, pero residió desde muy temprana edad en Burgos. Como buen chicarrón del norte, las temperaturas a las que hacemos frente en Bucarest no le arredran, y presume de no haberse puesto un pijama “en su vida”. Habla inglés, algo de chino y algo de rumano. Tiene novia desde hace 2 años. Practica el basket y el fútbol, seguro que el primero con bastante más acierto que el segundo.

October 17, 2005   Comments Off on Mis compañeros ICEX

Juan Arza

No estoy muy futbolero últimamente, puesto que el negocio puede a los sentimientos. Además, ya me cansé de esperar ese último escalón que tiene que subir mi SFC año tras año, y que nunca sube. Sin embargo hay otros equipos que con peor (objetivamente) planificación, lo consiguen. Enhorabuena por ello.
Pero al ser sevillista me tengo que remontar al B/N para conocer tiempos mejores, y sin duda, la gran figura del sevillismo en aquella gloriosa época es Juanito Arza, “el niño de oro”. No soy muy dado a leer biografias (debería) pero andaba por Madrid para una entrevista de trabajo, y al ver un libro escrito en clave sevillista en el Corte Inglés me entró morriña y lo compré. Siempre me alegraré de haberlo hecho. Lo recomiendo encarecidamente, incluso a gente a la que no le guste el fútbol, o que no sea sevillista. No sólo describe un jugador, sino una persona, una época y unas vivencias de una sociedad en la que se vivía peor, pero también mejor… en definitiva, distinta.
Podéis comprar el libro aquí, o en su defecto pedírmelo a mi, no dudaré en prestároslo.

August 9, 2005   5 comentarios

Salamanca

El viaje a Salamanca duró aproximadamente 6 o 7 horas. No por la distancia en si, sino por el cansancio acumulado, las malas carreteras, y la poca prisa con la que encaré el desplazamiento. Después de no haber dormido casi nada, camino de Logroño casi me da algo, por esas carreteras navarras. Casi en cada área de descanso paraba, me comía un sandwich con agua (el hielo ya se había derretido) y echaba una cabezadita de 15 minutos que me servía para cansarme más, tener dolor de cabeza y las lentillas pegadas a los párpados. Además, al no confiar en la profundidad de mi sueño, me tenía que encerrar en el coche, y eso al inmisericorde sol de España el día 7 de julio de 2005 me supuso unos 15 kilos menos de lo que sudé. La verdad es que no guardo buen recuerdo del viaje desde Pamplona a Salamanca. Lo único positivo fue el trato recibido por Gonzalo de Mosteyrín, un amigo que vive en Burgos. Me invitó a un cafelito reparador y unas pastas, amén de compartir una agradable conversación que hizo que mi cabeza pudiera funcionar al margen de mis pensamientos aunque fuera por unos minutos. Antes, en una parada en Logroño para comprar agua, tuve noticia de los atentados de Londres (7-J). Sin palabras. Por cierto, increíbles los campos de La Rioja. Brutales. Al vislumbrar Salamanca en la lejanía me desperecé un tanto, y comencé a dar vueltas con el coche en busca de un hostal. Como mi suerte y yo somos uno, y de momento el idilio entre ambos va viento en popa a toda vela, al detener mi coche delante del primer hostal que vi, a 3 minutos andando de la Plaza Mayor, y preguntar por habitaciones, me dijeron que tenían 1 libre por 16 €. Jejejeje. Evidentemente no lo pensé mucho, descargué el coche, me di una ducha y cené doritos junto con mis ya familiares sandwiches mojados. Entre pitos y flautas, me di cuenta de que eran ya cerca de las 23 de la noche. “Uuffff”, pensé, “mañana me voy a Cascais, 6 o 7 horas de viaje… si no salgo esta noche no voy a ver nada de Salamanca.” Esta reflexión me la hacía, todo hay que decirlo, después de darme una ducha y mientras intentaba localizar algún canal en el televisor del hostal, tirado en la cama. Y sólo. No conocía a nadie que estuviese en Salamanca en ese momento. Pero claro, eso no era impedimento. Así que me vestí física y psicológicamente, y salí a la calle dispuesto a comerme Salamanca de noche, y ver lo máximo que pudiera de la ciudad. Los bríos que llevaba al bajar las escaleras del hostal se esfumaron cuando puse un pie en la calle y observé que estaba semidesierta, poco iluminada, y que hacía un frío considerable. Y seguía sólo. Estaba a punto de dar media vuelta y desistir (23:20 + o -) en mi intento cuando noté el mapa de Salamanca que me había dado la chica de recepción, y que ocupaba inerte el bolsillo trasero derecho de mi pantalón. Lo saqué, me situé en el mismo y me di cuenta de que la Plaza Mayor sólo distaba unos minutos del punto en el que me encontraba. Para los que no lo sepáis (como no lo sabía yo en ese momento), la Plaza Mayor de Salamanca es de las más espectaculares de España. Es una plaza en toda la dimensión de la palabra. Y este año se cumple, además, el 250 aniversario de su construcción, por lo que está mejor cuidada, si cabe, de lo que acostumbra. La uniformidad del estilo, la majestuosidad de sus líneas, sus dimensiones, la atmósfera que se respira encerrado entre sus arcos… te traslada a otra época. Miles de americanos toman Salamanca en los meses de julio y agosto, atraídos por los cursos de verano de Castellano de la Universidad de Salamanca, y por la marcha de la noche salmantina (esto último en mayor medida). En estas estaba, cuando me decidí por fin a salir de la Plaza Mayor, en dirección a la Casa de las Conchas. Guiado por el mapa, no tenía miedo a perderme, aunque no se veía casi nadie por las calles. Era jueves. ¿Las 23:45? Podrían ser. O las 0:00. Pues eso, que no tenía miedo a perderme, pero igualmente, me perdí. El mapa era pequeño, de esos en los que algunas calles desaparecen, y en los que las que aparecen lo hacen carentes de nombre. Cuando empezaba a desesperarme, una chica me adelantaba por la izquierda. Caminaba con la seguridad de quien sabe hacia dónde va. Y eso era exactamente lo que yo iba buscando. Alguien que supiera hacia dónde ir. Lo que no esperaba es que mi suerte me llevase tan lejos esa noche. Al interrogarla sobre el paradero de la Casa de las Conchas, me dijo algo a lo que ya me he acostumbrado: “Voy hacia allí, has tenido suerte. Venga vamos…”. Sorprendido de que hubiera alguien tan friki como yo para ir a ver la Casa de las Conchas un jueves a las tantas de la noche (y encima siendo de Salamanca), me aclaró que el lugar, además de Biblioteca Pública, se solía usar para determinados actos culturales. Como el Ciclo de Conciertos de Música Electrónica que estaba teniendo lugar esos días. De hecho, nos dirigíamos hacia uno en esos momentos. Ya empezaba a pintar bien la cosa. A medida que caminábamos y charlábamos, pensaba que cuando llegásemos a la Casa de las Conchas nos despediríamos y le daría las gracias, como cicerón eventual y turista despistado que éramos. Pero no fue así. Me ofreció presentarme a sus amigos (y todavía no sabía ni su nombre). La mejor de mis sonrisas se dibujó en mi careto. Cosa bastante comprensible si se tiene en cuenta que estaba ante la oportunidad de disfrutar de una cervecita fresquita rodeado de salmantinos/as, en el interior de la increíble Casa de las Conchas, y disfrutando de un concierto de música electrónica. Cómo pueden cambiar las cosas en cuestión de minutos. Pero hay que intentarlo. Efectivamente, me presentó a sus amigos y estuvimos un buen rato charlando. Ella (Sonia, magnífica), y él (Luis, genial) fueron los únicos que aguantaron después de la cervecita conmigo, y se ofrecieron a enseñarme algo de la ciudad. Paseando, y después de dudarlo por algunos instantes, se animaron a tomar un par de copas y hacer de guías noctámbulos. Antes, condición sine qua non para todos era cenar algo. Bocata jamón york y queso que te crió. Después fuimos a un garito, seducidos por un relaciones públicas drag queen que daba asco. No por drag queen, sino por vicioso. Eso sí, tenía gracia. Así que entramos, pedimos unas copas y comenzamos a bailar. Nos hicimos un “tatuaje” cada uno, de esos en plan cuasicalcamonía. Aquí os dejo el doloroso momento en el que me “imprimían” en el brazo los “kanji” que componían mi tatuaje.

Seguimos charlando. Riendo. Fumando. Bailando. Sonia: “Me tengo que ir, que tengo que trabajar mañana.” En el cénit de mi egoísmo, tuve miedo de que la noche estuviese llegando a su fin. Pero por lo visto Luis no tenía tal intención. Después de despedir a Sonia (muchas gracias, eres muy grande, vueles o andes, vayas o vengas, vivas o sueñes…), Luis se tomó en serio lo de guía alcalino y creo que me llevó a todos los locales de la ciudad, pasando por Camelot, ¿cómo no?. Lo que ocurre es que no pude seguir su ritmo de prive, porque no tenía cuerpo (vente a la feria 2007, que te vas a enterar; la de 2006 estaré fuera). Acabamos en una fiesta de la espuma, brutal. A las 6 de la mañana, cuando salimos de allí, estábamos totalmente cubiertos de espuma, y empapados. La ropa pegada al cuerpo. El viento helado arreciaba. El trayecto hacia el coche fue inolvidable, en contraposición al rato tan sumamente agradable que acabábamos de pasar. Llevé a Luis a su casa, en la otra punta de Salamanca, y fuimos a un “after” (jejejejeje) a tomar la última birrita. Un rato de conversación distendida cerró lo que fue una noche magnífica. Nos despedimos, me encomendé a mi suerte y a las indicaciones de Luis, que me llevaron rápidamente al hostal, y me fui al sobre. Sobre las 11:30 me levanté, me di una ducha rápida y me monté en mi Saxito dirección Portugal. Pero eso ya es otra historia y como tal… sí, debe ser contada en otro post.

July 25, 2005   Comments Off on Salamanca