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Category — Viajes

Crónicas provenzales – Camargue

Según Wikipedia: “La Camarga (actualmente Camargue en francés) es una región natural del Sur de Francia, en el oeste de Provenza. Se extiende entre los dos brazos principales del delta del Ródano y la costa mediterránea. Abarca unos 750 Km2. El territorio, formado por arenas y grava, está salpicado de lagunas. Actualmente es un terreno fértil, gracias a la construcción de diques e instalaciones de regadío. Viticultura; cultivo de frutales y arroz. Ganadería caballar y de reses bravas. Parque natural con una importante población de flamencos”.

Mirja, la última persona con la que he intentado infructuosamente compartir mi vida, es una apasionada de los caballos. De pequeña tuvo uno, llamado Constanz, al que guarda un inmenso cariño. Asimismo, sus dotes de amazona se han conservado en el tiempo. Yo también lo paso bien cada vez que monto a caballo, al menos pasada la hora inicial de miedo, y si consigo coger la postura cuando a los guías les da por trotar un poquito. Cuando llegamos era lo suficientemente tarde como para montar a caballo, así que después de dar un paseo en coche y a pie el bello pueblo, Santa María del Mar, fuimos a una ciudad cercana a pasar la noche.

A la mañana siguiente volvimos con ánimos renovados, y muchas ganas de pasar un buen rato en un entorno incomparable. Juzguen ustedes mismos:

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Algunos caballos tenían nombres espectaculares. No recuerdo cómo se llamaba el de Mirja. El mío se llamaba Kiwi. Qué rico. Otros no tenían tanta suerte. Ni en el nombre ni en el jinete que les tocaba:

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Santa María del Mar tiene una iglesia preciosa situada en una céntrica plaza. Mirja tomó un par de fotos espectaculares mientras yo disfrutaba de una Primera Comunión en francés, y cuando menos un poco alternativa. Muy enriquecedora la experiencia.

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Me despido con algunas fotos de uno de los ganaderos de la zona, que ponía sus caballos a disposición del intrépido turista que se atreviera a subir a uno de ellos para dar una vuelta por las marismas de la Camargue (nombre francés para la Camarga). Me hizo mucha gracia porque el hombre había ido muchas veces a lo largo de su vida a Sevilla, Cádiz, Xerez, por motivos de trabajo, y guardaba un enorme cariño hacia mi añorada Andalucía. Buena muestra de ellos son las siguientes imágenes. Hasta la próxima crónica provenzal, que vendrá desde Nimes.

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September 17, 2007   4 comentarios

Antonio Puerta, Guardián de Nervión de Honor

Sábado 25 de agosto de 2007, 22:55 horas, aeropuerto de Barajas, terminal 4, cinta de equipajes del vuelo 6101 de Lisboa.

Espero mi maleta con impaciencia. Tengo ganas de llegar a casa. Regreso de pasar casi una semana con mi hermana Elena, mi cuñado Nacho, y mis dos maravillosos sobrinos de dos añitos y cinco meses, Nacho y Pedro.

Le doy un toque a mi padre, para que me llame; quiero saber cómo va el Sevilla. Joder, no me llama. Qué impaciencia. Voy a llamar a mi amigo Tole, otro seguro de vida en cuanto a resultados del Sevilla en directo, sobre todo cuando juega en casa, ya que es socio y no falta salvo causa de fuerza mayor a ningún partido de nuestro Sevilla FC. Va 1-1, el Getafe tiene dos expulsados, parece que sin discusión. Es previsible que en la segunda parte el Sevilla remonte. “Te llamo al final del partido para saber cómo ha terminado”.

Ahí viene mi maleta. La recojo de la cinta. Me encamino al metro. Entro en el metro de la línea 8, estación inicial, terminal 4. Vibra el móvil, “mi padre”, pienso. Efectivamente. “Papá, estoy en el metro, ya he llegado a Madrid, todo bien, ¿1-1 vamos, no?”. “Sí, ¿sabes lo que le ha pasado a Puerta?”, “No, ¿qué le ha pasado?”, “ha caído en redondo, luego se ha recuperado y se ha ido a los vestuarios por su propio pie, pero parece que se ha vuelto a desmayar y se lo han llevado al hospital. Parece algo de corazón”, “joder, esperemos que no sea nada, papá, esto se corta, ¿papá, papá?”. Cuelgo.

En otra parada con cobertura, algo más adelante, me llega un mensaje de llamada perdida de mi padre. Llamo a Tole, para comentarle lo de Puerta. Me comenta que ya vamos ganado 3-1, y que sí, que vieron a Puerta irse al vestuario por su propio pie, tras desmayarse, pero que no parecía grave (él tiene su localidad en Fondo, cerca de Gol Norte, Puerta se desplomó cerca de Gol Sur, hacia Preferencia). Se corta.

Llego a casa. Leo las noticias en Internet. Veo la caída de Puerta y las imágenes del gran Drago y el médico del Sevilla reanimándolo. Primera impresión después de darle vueltas a los foros y leer sobre casos parecidos: si no muere en el terreno de juego o la primera noche, tiene mucho ganado. Esperemos.

Dos días y medio después, Antonio Puerta fallece en el hospital Virgen del Rocio. El óbito coincide en el tiempo con el de un gran columnista, Francisco Umbral. Con el de un ascensorista en Madrid, en Ciudad Lineal, muy cerquita de donde trabajo, de lunes a viernes. Con tantas y tantas otras muertes que se producen cada día. Mis condolencias para todos los familiares de quienes han perdido un ser querido en el día de hoy. Pero hoy mi corazón, mi alma, está monopolizada por ese muchacho con look de mosquetero, por ese chaval que creció dándole patadas a una pelota en el sevillano barrio de Nervión, el mismo corazón latente del Sevillismo.

La muerte de Puerta no es, no puede ser una muerte más para mi. Desde la estadística, se va una persona, un español, un sevillano. Uno de tantos. Desde el Sevillismo, se va el único Guardián de Nervión viviente que teníamos. Lo explicaré un poco más adelante. Tengan paciencia.

Hace poco le pedía permiso a mi amigo Quique, un crack de la edición de vídeos en clave sevillista, sabedor como pocos de dónde está nuestra fibra sensible, para colgar en mi blog su último vídeo sobre nuestro equipo, titulado “Los Guardianes de Nervión”. Él me comentó que, “¿cómo no?”, podía hacer el uso que estimase conveniente del mismo. Le dije que lo usaría próximamente, y me guardé la fecha para mi, para darle más intriga. Tenía claro que lo colgaría para despedirme de ustedes antes de hacer la maleta hacia Mónaco, donde tendré el enorme orgullo de animar a nuestro equipo el próximo viernes en la final de la Supercopa de Europa ante el Milán. Lo que nunca, ni en la peor de mis pesadillas imaginé, es que ese post no lo escribiría el jueves 30 de agosto, sino el martes 28, y no para despedirme de ustedes, sino para decirle hasta luego a un chaval lleno de vida, y que tanta felicidad nos ha traído a los sevillistas. Pensaba que ese vídeo provocaría ciertas emociones a las personas no sevillistas que lo vieran colgado en mi blog, y les haría sentir cierta simpatía hacia nuestro Sevilla, en el caso de no sentir nuestros colores, y así nos apoyaran en el partido contra el Milán. No pensaba que sería el mejor homenaje para la entrada en el tercer anillo, como Guardián de Nervión de Honor, del que se ha convertido por derecho propio en leyenda viva (sí, viva, siempre en nuestros corazones) del Sevillismo. Son diez minutos, luego sigan leyendo por favor… si no pueden ver el vídeo entero, no se pierdan el fragmento que va desde 3’14” hasta 3’46”:

Ahora lo sabemos. Quique, tenías toda la razón. Tus palabras, tu poesía, tu vídeo, fueron proféticos. El tercer anillo, los Guardianes de Nervión, le dieron a Antonio la llave de la Puerta de la Gloria. Él era su Guardián aquí abajo. Él la abrió para todos nosotros.

Hace ya algún tiempo traté de explicar, no sé con qué éxito, cómo se pueden llegar a sentir tantas cosas por un equipo de fútbol, por un escudo, una bandera, unos colores. Cómo se forma la identidad de un Club, su idiosincrasia, y cómo puede llegar a sentir una afición. Lo hice desde mi Sevillismo, pero tratando de respetar a todos los que no sienten como yo, y comprendiendo que el grado de disfrute y sufrimiento no depende del equipo que uno lleve dentro del pecho.

Pero déjenme decirles una cosa. Ser sevillista antes del 27 de abril de 2006 no era fácil. Gastarse “un dinero” un año sí y otro también en sacarse el abono, en comprarse camisetas… llevar la cabeza bien alta todos los lunes, o los jueves, defender lo nuestro, con la palabra, con los actos… con una pelota en los pies, ¿por qué no?. No era fácil. Y les diré por qué. Porque el último título que había ganado nuestro equipo databa del año 1948. Ese año, por ejemplo, nació mi padre. Él, que me inculcó un sentimiento heredado de mi abuelo, nunca vivió ningún éxito. Ninguno. Él se había cansado de pagar su abono, como tantos otros. Yo lo hacía cuando podía. Y cuando él quería (gracias, papá, ya que estamos). Los tres años que he vivido al Sevilla FC en segunda división no falté a ningún partido en la grada baja de Gol Norte. El club había vivido demasiados años con alma de ganador encerrada en un cuerpo que hincaba la rodilla cada vez que se acercaba a la Puerta de la Gloria. Nadie parecía recordar una final que no fuera la del Carranza o el Colombino (con todos mis respetos, por otra parte, para estos trofeos de tan importante tradición).

27 de abril de 2006. Rumanía. Bucarest. Bulevar Dacia. Casino Dacia.

Decenas de pantallas muestran un partido: MiddlesbroughSteaua de Bucarest. Cientos de seguidores rumanos arrasan fotogramas con sus miradas ansiosas. Quieren que termine el partido. Su equipo está a punto de clasificarse para la final de la copa de la Uefa’06. En ese momento entran dos jóvenes, uno con una camiseta roja del Steaua, otra con una camiseta blanca del Sevilla. Algunas miradas, muy pocas. La atención se focaliza en las decenas de monitores que retransmiten el partido del equipo rumano. Los dos jóvenes localizan un monitor que arroja imágenes distintas. Es otro estadio, otra ciudad, otro ambiente, distinto. Se trata de la otra semifinal de la Uefa, Sevilla – Schalke 04. Sólo un monitor para ella. Sólo dos espectadores. Ambos, inquietos, uno mucho más que el otro, siguen con atención las evoluciones de los españoles y germanos. De repente, gritos, conmoción, lágrimas a su alrededor. El equipo inglés ha marcado, los rumanos están fuera de la gran final. Termina su partido. Muchísimas lágrimas, nuestros dos amigos se dejan llevar también por la tristeza. Uno de ellos tiene absoluto pánico. El de la camiseta blanca. En su pecho, un escudo, el del Sevilla. Un poco más adentro, un corazón, encogido, esperando para saltar de alegría, o para volver a ordenar a la rodilla derecha el “cuerpo a tierra”. El casino se va vaciando. Los monitores se invierten. Ahora todos menos uno muestran las imágenes de lo que ocurre en Sevilla. El partido termina, el resultado, 0-0. El mismo que el de la ida en Alemania. Irán a la prórroga. Cambiamos de pantalla, nos vamos a una más grande. El partido es de alta tensión. El cansancio se empieza a dejar sentir. Los nervios, cada vez más. Puede pasar cualquier cosa, pero parece que el Sevilla aprieta un poco más. Entonces…

Alves se apoya otra vez en Navas, banda derecha para el chaval de Los Palacios, la va a poner, la pone dentro del área, ahí está, ahí está Puertaaaaaaaaa…”

En el tercer anillo se esbozan muchas sonrisas, ya saben lo que va a pasar, el Guardián de Nervión de Honor va a abrir la Puerta de la Gloria… en la temporada en que estrenábamos nuestra condición de equipo centenario, ¿podía ser en algún otro minuto que en el 100?:

No creo en las casualidades. Ni ahora, ni entonces. Nunca lo he hecho. Sigo con nuestros dos amigos…

Los dos jóvenes gritan entusiasmados el gol de Antonio Puerta, el de la camiseta blanca se levanta y salta, aunque rápidamente se reprime viendo los rostros desangelados de los pocos rumanos que aún quedan en el casino, por respeto a ellos. Inesperadamente, un par de ellos se le acercan. Uno de ellos le abraza y le desea toda la suerte del mundo para la final contra el Boro. Entre la emoción por el bonito gesto y el tremendo miedo, pánico, que nuestro amigo siente ante la posibilidad de que el Schalke 04 marque en los veinte minutos que restan, no puede más y se marcha del lugar. Antes, le ruega a nuestro segundo protagonista que, una vez terminado el partido, le informe del resultado, únicamente del resultado, mediante un sms.

Lo que ocurrió cuando salí de aquel casino me lo guardo para mi, pero las imágenes que no podía quitarme de la cabeza eran las de mi abuelo, mi padre, Antonio Puerta levantando el brazo izquierdo en gesto de rabia, ese balón pasando entre un brasileño y un rubito danés (¿quién nos lo iba a decir?) y volando con rabia hasta lamer las redes de la portería de Gol Norte. Suena y vibra mi móvil al mismo tiempo. En mi mano, por supuesto, donde esperaba soportando estoicamente el sudor que por primera vez en mi vida emanaba de las palmas de mis manos. Lo abro, y leo el sms…

El resto de la historia, todos la conocéis. El partido terminó 1-0, fuimos a Eindhoven, nuestra primera final en muchísimos años. Y la primera de nuestra historia en competición europea. Ganamos al Boro 4-0. Disputamos en Mónaco, hace un año y tres días, la Supercopa de Europa contra el Barça. Le ganamos 3-0. Esta temporada pasada volvimos a ganar la Copa de la Uefa, en la final más bonita que recuerdo ante un Espanyol con el que se debería haber compartido el campeonato y ahorrarnos los penaltis. Con gol de Antonio Puerta, Guardián de Nervión de Honor, en la tanda. También ganamos la Copa del Rey, frente a la sensación de la competición, el Getafe de Schuster, 1-0. Y hemos arrancado la temporada 2007/08 con la victoria sobre el Real Madrid en la Supercopa de España, 6-3 en global.

Y con una victoria contra el Getafe, en el partido por cuyo resultado me preguntaba en la terminal 4 de Barajas… en ese partido…

28 de agosto de 2007. Sevilla. Hospital Virgen del Rocío. 14:30.

Uno de los integrantes del equipo de profesionales que componen el Sevilla FC (los principales culpables del enorme éxito de la entidad en los últimos dos años), Antonio Puerta, se nos ha ido al tercer anillo, con el resto de Guardianes de Nervión. No se sentirá muy extraño allí, pues creció y se formó como persona y futbolista unos metros más abajo. Ese es el consuelo que nos queda, Antonio. Dejas una familia rota de dolor, un pequeño sevillista en camino, una afición eternamente en deuda y una opinión pública conmovida.

Nos quedaremos con tu legado, con la misión que tenías que cumplir: abrir la Puerta que tantas veces se nos había cerrado en las narices; la de la gloria deportiva. Nos llegó a través de ti, y de qué forma. Y con medias negras, ¿por qué será?.

Febrero de 2007. Rumanía. Bucarest. Hotel Marriott.

Recuerdo que, unos meses más tarde de aquel gol que marcaste al Schalke 04, volví a Bucarest sólo para ver al Sevilla jugar en Ghencea contra el Steaua. No concebía no presenciar el duelo con el que había soñado durante todo el año que tuve la enorme dicha de vivir en Rumanía. El día antes del partido, por la tarde, me dirigí con un amigo al hotel donde os alojásteis, el Marriott. Había quedado con Jesús Alvarado para conocernos personalmente y tomar una cerveza. Saludé a algunos miembros de la expedición, y luego vosotros, los jugadores, bajásteis de las habitaciones, para dirigiros al entrenamiento a puerta cerrada en Ghencea. Saludé a varios de tus compañeros. Y entonces te vi. ¿Sabes quién venía conmigo?. El joven de la camiseta roja. Le di mi móvil (ese que algunos meses antes había bañado en sudor “gracias” a ti) con la cámara de fotos activada, y te pregunté si podíamos hacernos una foto juntos:

Mientras posábamos, se me agolpaban las imágenes de aquella noche de abril de 2006, aquella noche de Jueves de Feria de Abril. Tu gol, mi abuelo, mi padre… todas vinieron a mi mente de nuevo. Me quedé bloqueado, y eran tantas las cosas que me hubiera gustado decirte en aquel momento, de un sevillano a otro, de un sevillista a otro, de un veinteañero con ganas de comerse el mundo a otro… ¡¡tu vida era la que yo había soñado para mi!! No pude evitar el bloqueo en mi garganta. Pero sí te dije: “Killo, vaya golazo que marcaste contra el Schalke. Muchas gracias. Yo lo vi aquí, de hecho, vivía entonces aquí, currando en…”, y tú sonreíste y comentaste algo acerca de las casualidades…

28 de agosto de 2007. Madrid. Alguna habitación que mira a Bravo Murillo.

Desde aquí, termino mi homenaje a un gran futbolista, y, por lo que cuentan y por la impresión que me dio durante los instantes que hablamos, una grandísima persona. Estarás en nuestros corazones, sevillistas y no sevillistas. Para siempre:

Descansa en Paz, Antonio, Puerta, Guardián de Nervión de Honor.

PD: Deja en forma de comentario posibles formas de homenajear a Puerta, permanentemente. A mi se me ocurren dos:

Por parte del club: cambiar el nombre de la Fundación Centenario del Sevilla FC por el de Fundación Antonio Puerta.

Por parte de la afición: aplaudir en pie durante 1 minuto en todos los partidos que el Sevilla FC juegue como local, en el minuto 30 de la primera parte.

August 28, 2007   32 comentarios

Crónicas provenzales – Arles

Si la Semana Santa del año 2006 Mirja y yo la elegimos para visitar Estambul (2, 3 y 4), la de 2007 fijamos nuestro punto de mira en una zona algo más cercana, pero no exenta de encanto: la Provenza.

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Técnicamente estuvimos sólamente en la región occidental de la Provenza. Arribamos a Marsella, y desde allí visitamos Arlés, Santa María del Mar, Nimes, Aviñón, Aix-en-Provence, y fuimos de vuelta a Marsella.

La noche de la llegada recogimos en el aeropuerto de Marsella un coche distinto del que a priori habíamos alquilado y nos dirigimos a uno de los barrios antiguos de la ciudad, donde viven Cristian y Margot. Aparcamos el vehículo (con bastante suerte) cerca de la casa, y la primera noche se diluyó entre la cena y conversación. Al día siguiente decidimos dejar Marsella para poner el colofón al viaje, con lo que nos dirijimos a Arlés.

Ante el anfiteatro

Han pasado alrededor de cuatro meses desde que visitamos Arlés. Además de muchos otros viajes, han ocurrido bastantes cosas desde entonces que me han hecho olvidar muchos detalles.

Mirja y dos caminos

Además de ser la ciudad donde el Ródano se divide en dos, Arlés tiene el privilegio de ser uno de los lugares donde el excéntrico pintor holandés Vincent Van Gogh alcanzó mayores cotas de inspiración, y, por qué no decirlo, de locura. Allí fue donde voló una de sus orejas, durante su intensa convivencia con Paul Gauguin. Para conocer un poco más a Van Gogh, recomiendo encarecidamente la película “El loco del pelo rojo“, protagonizada por Kirk Douglas y Anthony Queen (vaya reparto).

Autofoto ascendente con fondo torero

Una de las cosas que más llama la atención en Arlés es el anfiteatro romano, usado en la actualidad para corridas de toros un tanto especiales; extraído de Wikipedia: “Las corridas de toros se llevan a cabo en el anfiteatro romano, incluyendo corridas al estilo provenzal (courses camarguaises) en la cual no se mata el toro sino que un equipo de hombres atléticos tratan de quitarle la borla de los cuernos sin ser heridos por el toro. Durante la Pascua se llevan a cabo corridas españolas en la cual se mata el toro y que se precede de un encierro o corrida de toros por las calles.”

La Fiesta en Francia

Paseando por la ciudad pasó nuestro interés a mejor vida, y tras tomar algunas fotos y comer frente al anfiteatro (buena comida, como siempre, en Francia) pusimos pies en polvorosa hacia la Camarga.

August 12, 2007   Comments Off on Crónicas provenzales – Arles

Legendario Sevilla FC

Se me han agotado los calificativos para describir lo que está haciendo el Sevilla FC desde hace un par de años. Y es que diga lo que diga, escriba lo que escriba, piense lo que piense, me quedaré corto. Ya sé que no hemos ganado 300 ligas, 345 copas del Rey, 12 Champions y 11 Intercontinentales, amén de 500 supercopas de cada. Ya sé que no tenemos 100 millones de seguidores repartidos por el mundo entero, ni son 100 los millones de euros que podríamos gastarnos en un futbolista. Tampoco se cuentan por centenares las cadenas de televisión, radio, periódicos… que ensalzan hasta el hastío nuestros triunfos y ocultan con amor y paciencia maternales nuestros defectos. Que se empeñan en poner piedras día tras día en el camino de nuestros “enemigos”. Que tratan como a enemigos a todos los equipos que nos pueden robar algo de gloria.

No, no tenemos nada de eso. En realidad, lo único que tenemos, y que sabemos que NUNCA va a fallarnos, es un SENTIMIENTO enorme e inexplicable (aunque tú, Quique, estuviste muy cerquita de plasmarlo en ese vídeo). Alguna vez he tratado de explicarle a más de una persona, incluso a mi mismo, cómo es posible que un grupo de tíos corriendo detrás de una pelota (esta “definición” es de la mejor madre del mundo del año 2006 y de todos los anteriores de mi vida, o sea, la mía) me haga tan feliz o tan desgraciado.

Lo cierto es que no hay que magnificar las cosas. Todos tenemos una vida, y el fútbol no es más que una parte más del puzzle que vamos completando día a día. Se puede poner más o menos intensidad en las piezas del rompecabezas, de forma que se sufra más o menos. Se puede superar la pérdida de una pieza con la alegría que supone colocar otra. La intensidad e importancia que los sentimientos tienen en el día a día varían de una persona a otra, y, en una misma persona, en función de gran cantidad de factores. Pero se puede “quitar” importancia a ciertos piezas del rompecabezas. Es cuestión de principios. Por ejemplo, existen aficionados al fútbol a los cuales sus equipos les dan absolutamente igual cuando no obtienen grandes triunfos ni titulares. En cuanto estos llegan, son los más forofos del mundo. Este tipo de personas nunca podrá llegar a disfrutar ni sentir nada realmente grande. Prefieren protegerse en los malos momentos, pensando que pueden saltar de un gran momento a otro, yendo por la vida cual si de un camino de rosas se tratase, recibiendo palmaditas en la espalda, y arrimándose siempre al buen árbol…

Pero sólo cuando se llora de dolor, cuando se toca fondo, cuando se saborea la derrota, la impotencia, la desesperación, la nada más absoluta es cuando se disfrutan de verdad los éxitos. Y de dolor, de derrotas, de impotencia, de desesperación, de que nos ninguneen… de todo ello tenemos muchísima experiencia los sevillistas. No sólo a nivel futbolístico. Y creo que ahí está la clave del enorme sentimiento que esta afición pone siempre que salen los once (uno por barra del escudo) al campo.

Fui socio del Sevilla muchos años en mi infancia y durante mi adolescencia. Entre ellos, fui socio los tres años que, viviendo yo, pasó en Segunda. Los tres. Gol Norte, grada baja, poste izquierdo de la portería, hacia arriba hasta el muro que la separa de los pasillos del estadio. Yo vi perder al Sevilla 0-4 contra un equipo cuyo mejor jugador en aquella época era un canterano fugado de nuestra casa a las primeras de cambio. Lo he visto perder con filiales de supuestos equipos grandes. Lo he visto ser eliminado de la Copa del Rey por auténticas bandas. Os podéis imaginar la banda que éramos nosotros entonces. He llorado mucho por y con este equipo. Me he lamentado amargamente por no haber podido ser futbolista y poner todo el amor que le tengo a ese escudo, a esas once barras, a esas siete letras, a esos tres santos… a ese balón… a un balón, sobre un campo de fútbol.

Alimenté mi sevillismo pensando en blanco y negro, soñando con el Niño de Oro…

Y, de pronto aparece un tipo que empieza a hablar de recuperar el orgullo, de profesionalizar la entidad, de la importancia del escudo, la bandera y la afición por encima de los nombres de los jugadores… ¿estará loco?… de que no hay nadie imprescindible, de vender caro y fichar bien, de olvidar las rencillas locales que nos impiden crecer, de seguir mimando la cantera, de ilusionar a la afición… ¡definitivamente está loco! Pero es que además de hablar sobre eso, lo cumple: se rodea de gente competente, y además, sevillista, que los hay entre nosotros, vaya si los hay; se ponen las bases, hay un caldo de cultivo ideal para trabajar. Y se trabaja, se trabaja mucho. Se le echa casta, coraje, imaginación, picardía, cojones. Se mira al frente, se llenan las alforjas de ilusión.

El Centenario. Qué Centenario. El Arrebato pone su corazón y su garganta.

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Las viejas glorias, su granito de arena. Tú, y yo, y el otro, también. Todos. Un artista sevillista venido de donde el calor aprieta más todavía que en nuestra ciudad…

Los resultados comienzan a llegar, el dpto. de Marketing empieza a bombardearnos con periódicos, revistas, pósters, la radio oficial, la televisión oficial. Ir a la bombonera de Nervión deja de ser autoflagelarse y se convierte en la mayor alegría de la semana. La gente deja de ir con el ABC bajo el brazo, para vestir orgulloso la camiseta de la última final y la bufanda de la penúltima eliminatoria europea.

Monchi y Juande, Juande y Monchi, son “los que saben de esto” en el Sevilla. Y también trabajan, trabajan mucho. Y hablan poco. Ya habla por ellos ese otro tipo, “el loco”. Ya se lleva él todos los palos de los que no saben cómo meterle mano a esta fortaleza que es el Sevilla de hoy día. Estoy tranquilo. Sé que “está loco”, así que sé que por muchos palos que le den no va a parar. Rezo para que no vuelva a él la cordura, si alguna vez la tuvo. Os dejo la foto de “otro loco” que tampoco paró en su día, para que veáis la mirada de la locura, de la locura sevillista…

Las lágrimas de pena se transformaron en lágrimas de ilusión, de rabia contenida, de gloria. No cabe duda que esto no pasó en dos días. Ni fue fruto de la casualidad. Pero si tuviera que elegir un momento como punto de inflexión, elegiría (y conmigo, seguro, el 90% de los sevillistas) el gol de Antonio Puerta en el partido de vuelta al Schalke 04, en el mes de abril de 2006. Ese gol nos metía en la primera final después de más de 40 años de desencantos. Después de que tuviéramos que imaginarnos ese escudo que tantas hormigas despierta en nuestros estómagos levantando copas en blanco y negro, a la lumbre de una cálida conversación con nuestros abuelos. Ni siquiera nuestros padres podían contarnos nada tan grande.

Ninguna copa. Ningún gran triunfo. Ningún motivo para enorgullecerse especialmente. Ninguno, si no fuera por este sentimiento. Por esta afición. Por esta enorme masa social que no se rindió. Que ahorró fuerzas para explotar. Que ha explotado.

No pude estar en Eindhoven. No pude estar en Mónaco. Viví ambos triunfos desde Bucarest, con una alegría y orgullo difícilmente explicables con palabras. Los que me tuvieron que “aguantar” en aquellas fechas tienen y tendrán un hueco en mi pequeño altar particular de la paciencia. Espero que sepan perdonármelo y que lo comprendan.

Glasgow lo viví en Madrid. Rodeado de compañeros de amarguras, ahora de alegrías, en una peña sevillista sita en el pub Tot Madrid (metro Ciudad Lineal, ambientazo para ver los partidos de nuestro Sevilla FC).

Durante este año, pude ver en directo a nuestro Sevilla FC en distintos escenarios. En el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán, contra el AZ Alkmaar (gracias Luis, por el carnet), donde tuve que asistir con todo el dolor de mi corazón a uno de los poquísimos fallos que ha tenido el más grande jugador de la historia reciente del Sevilla, don David Castedo Escudero, y que fue especialmente significativo por habernos dejado a las puertas del récord de imbatibilidad casera en partidos europeos. Aunque si por cada jugador con la profesionalidad, la gallardía, la nobleza y la garra de don David Castedo tenemos que perder un récord, firmo ser del equipo antirécord.

Pude ver al Sevilla en la Romareda, donde también perdimos, en un partido que será más recordado por el combate pugilístico que por el futbolístico, o por la magnífica acogida que nos dieron a Javier y a mi nuestras amabilísimas cicerones mañicas, Adriana y Patricia.

O por la foto que me hice con “el loco”:

O con el que “descansará cuando se muera”:

Me desplacé a Bucarest, pocos meses después de abandonarla con la idea de no volver en diez o quince años, sólo unos meses después. La razón… tenía demasiados sentimientos respecto a un duelo Steaua de Bucarest – Sevilla FC como para no estar presente en Ghencea. Me costó mucho trabajito, pero mereció la pena. Para mi ese viaje fue mi Eindhoven y mi Glasgow. La cervecita con don Jesús Alvarado y un nuevo apretón de manos con don José María del Nido no fueron sino pequeños sellos que lacraron el cierre de deudas históricas que mi equipo había contraído con mi corazón. El reencuentro con la comunidad “rumañola” también ayudó a hacer de ese viaje algo muy especial y que nunca podré olvidar. Por cierto, desde aquí quiero desear toda la felicidad del mundo a Daniel, aka Gabarrescu o Gabarrakis, y Alexandra, ante su inminente boda. Él y otros dos amigos que sienten (exclusivamente y compartiendo, Francis y Óscar) en culé, derrocharon clase y torería al venir conmigo a Ghencea a animar al Sevilla FC, tras haberme “aguantado” un 25 de agosto delante de una pantalla en un pub de Bucarest. No encuentro las fotos de este partido. Deben estar en algún lugar de tu disco duro, Óscar.

Estuve en Vallecas, haciendo proselitismo sevillista con mi ex-compañero de piso Thomas, y tratando de calentar los ánimos de nuestros jugadores, que estuvieron algo fríos en la gélida noche madrileña. 0-0 fue el resultado. La competición era la Copa del Rey…

Así pues, en la mejor temporada de la historia del Sevilla FC, puedo decir que he presenciado al menos un partido del equipo en cada una de las competiciones que ha disputado, rompiéndome la garganta en cada uno de ellos. Exceptuando la Supercopa de Europa, que al ser una competición de un partido no daba mucho margen de maniobra. En cualquier caso ese “error” ya está subsanado, dado que estaré en Mónaco el próximo 31 de agosto. Ni tengo entrada ni creo que pueda conseguirla, pero pondré mi granito de arena para enfriar los ánimos de los tifosi milanistas durante la fiesta del día de partido, y aprovecharé para volver a ver a Cristian y Margotte, la divertida pareja que nos adoptó a Mirja y a mi cuando estuvimos en Semana Santa en Marsella (lo sé, tengo el post pendiente). Ahora bien, el día más feliz de mi vida como sevillista lo viví ayer. Llevo seis meses en Madrid, durante los cuales he tenido momentos buenos y otros no tanto. Para mi, “recibir” a 65, 70, 75 (los que fueran) mil sevillistas, poder cantar con ellos lo que tantas veces habré cantado con dos o tres, o sólo, durante los cerca de dos años que llevo fuera de Sevilla, sentir su calor, su arte… reconocerme en ellos, sentirme como en Sevilla, como en mi casa… eso no tiene precio.

Cuando mi padre, unas semanas antes de la final, me llamó y me dijo que un amigo suyo le ofrecía una entrada en la zona del Getafe para mi, a precio oficial, sin 1 € de lucro, no me lo podía creer. Grande papá, y grande tu colega, Sergio. Cuando franqueaba la puerta número 20 del Santiago Bernabéu, iba tan lleno de ilusión, no ya por la posible victoria, sino por la posibilidad de estar ahí, de disfrutar una final, en Madrid, de mi Sevilla, en un estadio repleto de seguidores sevillistas (creo no exagerar ni un ápice cuando digo que éramos un 80% del graderío). Mucha gente decía que en ilusión ganaba el Getafe. En conjunto, ni lo sé ni hay forma humana de saberlo, pero a mi anoche no me ganaba nadie cuando empecé a levantar mi bandera del Centenario rodeado de cartulinas azules. Cuando veía que alguna mirada se posaba en el escudo de mi camiseta. Cuando alzaba mi bufanda de la peluza estilista (el grupo ultra más parecido a los Biris que he visto un campo de fútbol)…

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El partido, lo de menos. El resultado, no voy a decir que también, que nadie se asuste. Se ganó. Y es que este equipo no sabe hacer otra cosa. Destroza las finales, pero también las sabe sufrir. O te golea o te perdona hasta que lo llevas a los penaltis. O te da un picotazo mortal y luego te asfixia, hasta que mueres lenta e impotentemente. Esto último es lo que le hizo ayer al Getafe, deportivamente hablando. A nivel humano, tengo que reconocer que la afición getafense, en las personas de las familias y chavalotes que tenía a mi alrededor, dio una lección de saber estar, como la del Sevilla. Hubo algunos que se calentaron, por ambas partes, y la fiesta casi se tuerce. Afortunadamente, se calmaron los ánimos ante la evidente superioridad de los que querían que siguiera adelante, y de su enorme cordura.

Vídeo grabado por mi amigo Gons; gracias campeón

El reencuentro con muchísima gente de Sevilla que no veía desde hacía bastante tiempo (algunos desde hacía muchos años) añadió más emoción a un día ya saturado de ellas desde sus inicios. El fin de semana entero ha sido como una explosión. Pero se acabó.

Gonzalo, Tole y yo 

Con un madridista enrrolladete

Y tengo que poner otras piezas en mi puzzle. Me tengo que levantar a las 6:40, y son ya más de las 2 de la mañana. Habrá que ir pensando en descansar.

Si eres sevillista, ¡enhorabuena!. Por serlo, por la Copa del Rey, y por el ascenso de nuestra muchachada a la segunda división. Y por tantas cosas…

Y si no eres sevillista, aún estás a tiempo. Si no te lo crees, mírate el corazón y lee los requisitos necesarios. Ya los redactaron unos visionarios un lejano 14 de octubre de 1905 (no puedo escribir ese año sin acordarme de ti, abuelo)… los puedes encontrar en la siguiente foto, con la que me despido. Grande. Enorme. Legendario… Sevilla Football Club.

June 24, 2007   Comments Off on Legendario Sevilla FC

Paseando por Granada

Se acercaban las fiestas navideñas que pondrían fin a 2006, y Mirja y yo no nos aclarábamos sobre cómo pasarlas, es decir, dónde y con quiénes, juntos o separados. Al final decidimos que la Navidad la pasaríamos con su familia en Granada y el fin de año con la mía en Cascais.

Lo cierto es que no me acostumbro a pasear por Granada. He ido varias veces, y cada vez la disfruto más. Sobre todo, me parece un primor saborear un atardecer en el barrio del

May 25, 2007   Comments Off on Paseando por Granada