Category — Viajes
Viaje de Año Nuevo – Vigo – I
El mismo día 2 por la noche, con muchas ganas de salir de marcha, a pesar del enorme cansancio acumulado que arrastraba, tras el vuelo, los paseos bajo la lluvia santiaguesa tipo chirimiri y el recién terminado trayecto en tren, llegaba a Vigo, la ciudad olívica (no, no es Jaén).
Recogido en la misma estación de tren (¡mil gracias!) por Óscar y su padre, Zacarías, fuimos a casa de sus abuelos para repostar algo de energía de cara a la noche viguesa. De los varios exbecarios Icex de informática de la promoción de 2005 que estaban en aquel momento en la ciudad, sólo uno pudo apuntarse al plan, Diego Pino. Incluso vino a recogernos a Óscar y a mi a Coia, la parte de la ciudad en la que estábamos.
Empezamos cenando en un bar del barrio, tras lo cual fuimos al centro, en busca de algún lugar donde tomar unas cañas. Fue genial compartir junto a Óscar y Diego nuestras experiencias en Rumanía, China (donde estuvo Diego, concretamente en Hong Kong), etc…
Tras un buen rato de amena charla, volvimos a cambiar de garito, terminando en otro donde la graduación del alcohol subió a la par que el volumen de la música y nuestra interacción con la población autóctona. Estuvimos charlando con algunas chicas la mar de majas, una de las cuales accedió a apuntarse a nuestro plan turístico para el día siguiente. Os lo cuento mañana si no os importa…
January 19, 2009 5 comentarios
Viaje de Año Nuevo – Santiago de Compostela – II
Lo que más me gustó fue el gran órgano.
También me llamó la atención algún pequeño detalle, como el nombre de los confesionarios.
Luego llegaron Píter, Natalia, Juan y Federica, y tuve que repetir (muy gustoso) algún que otro paseo con ellos. Desde aquí tengo que darles las gracias por adoptarme en su día de turismo por Santiago.
Fuimos a comer a O Dezaseis, recomendación que me había hecho Andrés Milleiro por Twitter media hora antes, y que a Piter le había hecho a su vez un amigo suyo.
Paseos, chocolate con churros, fina lluvia interminable y la compra de un décimo para la Lotería del Niño (que no cambió mi vida pero sí me reintegró el dinero invertido, al terminar en 8) pusieron fin a mi estancia en Santiago. La acorté para tomar un tren algo más tempranero y llegar a Vigo sobre las 21:45, y no las 23:05 como inicialmente había planeado. Allí me recogieron Óscar y Zacarías (su padre), pero esa es otra historia.
January 13, 2009 9 comentarios
Viaje de Año Nuevo – Santiago de Compostela – I
El periplo de año nuevo comenzó el pasado día 2 de enero, en un Boeing 737-800 con capacidad para 189 personas, que hacía la ruta Madrid – Santiago. Sobre las 11 de la mañana arribé a la capital compostelana, y traté de ponerme en contacto con Óscar para informarle de la hora a la que llegaría a Vigo esa misma noche. Además, establecí contacto con Piter, que andaba con Natalia y unos amigos por Santiago, para vernos y comer juntos.
Por 1.85 € un autobús te lleva del aeropuerto a Santiago. Me bajé en la estación de trenes y compré un billete para Vigo, el último de esa misma noche. Con los deberes hechos, y muy sorprendido con la agradabilísima temperatura que hacía, me encaminé cuesta arriba por la Rúa do Hórreo hacia el centro de Santiago.
El objetivo estaba claro, la catedral de Santiago. Pero no tenía prisa. Había soñado con llegar a la misma después de hacer el Camino. No ha podido ser, pensaba, pero tampoco me voy a precipitar, haré un minicamino por la ciudad. Llegado al casco viejo, caminé y observé tranquilamente mil y un detalles. Me sorprendió (agradablemente) lo pequeño del centro, su sobriedad.
Descubrí el sentido de la vida, el universo y todo lo demás (gracias por el apunte, Ángel) caminando por las calles de Santiago.
Y, finalmente, no me pude resistir y fui a darle un abrazo al Santo. Sinceramente, esperaba una catedral mucho más grande y majestuosa. La fachada de la plaza del Obradoiro es espectacular, pero por dentro me decepcionó un tanto.
January 12, 2009 9 comentarios
Galicia calidade
Veintiocho años, un mes y quince días de espera han merecido la pena. Santiago y Vigo me han conquistado, y sus gentes me han embrujado. Todo sonrisas, amabilidad y buenos deseos. De momento, mi viaje por el norte peninsular está siendo intachable. Hoy, visita a Cangas y Bayona. Mañana para Gijón, pasado para Oviedo y el día 6, de vuelta a Madrid.
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January 3, 2009 8 comentarios
Historias de gafas
Leía en el blog de Ivich su historia personal con este artilugio compuesto por cristales y monturas metálicas o de pasta (tan de moda entre los oyentes de Radio 3). Así que me he decidido a copiarle la idea y narrar mis historias de gafas.
Fue una profesora de física y química, magnífica, por cierto, la que reparó en que había un alumno que parecía chino de los esfuerzos que hacía por transcribir el contenido de la pizarra en el cuaderno. Fue comprarme mis primeras gafas y ser feliz. Volvía a ser capaz de ver las matrículas de los coches.
Era muy dado a jugar con ellas, habida cuenta de la extensión de mi apéndice nasal; cuando me aburría en alguna clase no dejaba de bajarlas y subirlas por el tabique. Cuando estaban en la punta de la nariz, las giraba de forma que las patillas apuntasen al techo. Un día, estando en esta postura en mitad de una clase de geología, el profesor intercaló un: “Banyú, ¿tienes algún problema con tus gafas?”, que hizo que todo el mundo se girase hacia mi, y después de que mil y un pensamientos me destrozaran en ese momento (estaba salvajemente enamorado de una compañera de clase cuyo nombre omitiré), dicha situación desembocó en última instancia en mi abandono de tan incomprensible (para los demás) práctica.
Con las gafas de sol tengo un problema, y es que no me queda bien ninguna, así que llevo años sin usarlas. No consigo encontrar algo con lo que me sienta cómodo. Además, el par con el que mejor me sentía lo rompí un día en mil pedazos tras perder los nervios con uno de mis mejores amigos. Ese día mi orgullo me impidió montarme en su coche para volver a casa, y andé cerca de ocho kilómetros hasta llegar a mi destino.
Tras el primer par de gafas, que examino ahora en fotos de aquella época con bastante vergüenza y sentimientos encontrados, me compré el segundo, muy parecido al actual, y cuya pérdida relataré a continuación. Creo que merece la pena que invirtáis tres minutos más en leerlo, pues podéis extraer alguna lección de ello.
Andaba yo en el verano de 2004 en Dublín. Mi novia en aquel tiempo, Maca, se encontraba trabajando en un hospital dublinés, y yo invertía mi tiempo en la lavandería del hotel The Clarence (propiedad de Bono y The Edge), trabajando como extra en una serie de televisión irlandesa (prometo escribir sobre esto algún día), y practicando inglés con todo el que podía. Un día nos fuimos a unas islas que hay al oeste de Irlanda, las Aran Islands. Después de estar todo el día en una de las islas, haciendo senderismo, visitando unos acantilados impresionantes, teníamos que volver a Galway, para lo que había que coger un ferry. He ahí que el ferry se acerca y la gente, en el muelle, empieza a hacer cola. Le digo a Maca que voy a ver el atraque del ferry, ya que estaba intrigado por ver el momento en el que impacta contra las bollas que hay en el muelle. Para ello, me situé justo en el filo del mismo, comprobando antes que el ferry no tenía ningún saliente con el que pudiese tener algún problema. Pues bien, justo cuando estaba a punto de impactar el ferry contra el muelle, satisfaciendo mi curiosidad, algo chocó contra mi cabeza, dejándome mareado y atontado momentáneamente. Cuando me recuperé, apenas medio minuto después, me di cuenta de que ya no llevaba puestas las gafas, y las busqué a mi alrededor durante un minuto, el tiempo necesario para darme cuenta de que no estaban en ninguna otra parte salvo en el mar. Sólo entonces caí en la cuenta de lo que había pasado. Un marinero había arrojado una soga para intentar amarrar el ferry al muelle, y yo, que inteligentemente me había situado junto al mojón metálico cuyo nombre desconozco y que se usa a tal efecto, me llevé el premio del sogazo del año. Cuando volví a la cola todavía había gente riéndose (incluída Maca), lo cual me indignó sobremanera. No por dignidad o alguna cosa parecida, sino porque si en lugar de golpearme en la frente, la soga enlaza mi cuello, igual no estaría escribiendo esto aquí y ahora. En realidad me asusté mucho esa tarde.
Durante el trayecto de vuelta a Galway, el capitán y algunos miembros de la tripulación vinieron a disculparse y a ofrecerme lo que gustase. En ese momento recuerdo que les pedí unas coca-colas y kit-kats (lo sé, tengo un gusto elitista), mientras escuchaba a un hombre susurrándole a su mujer que yo era un futbolista famoso, un tal Van Nistelroy, y que por eso me agasajaban. No dejé de notar que todos me miraban mucho ese día, y no sé si reían por el sogazo del año o sonreían porque pensaban que era Van Nistelroy. Cosas que pasan.
December 8, 2008 17 comentarios