Al final, después de decidir que iba a San Fermín sí o sí, me pegué una vueltecita por el Valle de los Caídos. Sacié mi curiosidad, que era bastante grande. Mi opinión, mía es y me la reservo. Eso sí, si fuera tú iría antes de formarme una. Merece la pena. Después pensé… dado que finalmente voy a ir a Cascais antes de volver a Sevilla (pasando por Tarifa, claro), si voy a Salamanca y luego a Pamplona voy a hacer muchos km casi de balde. Caí en la cuenta de que si buscaba un destino al este luego no me sería tan doloroso volver a bajar por el oeste. Y claro, mi dedo apuntó a Zaragoza: Llevo aquí un par de días y he de decir que no puedo menos que alegrarme de la decisión tomada. La ciudad tiene bastantes similitudes con Sevilla (dividida en dos por un río, metro ausente, expo danzando por ahí, equipo campeón de la copa del Rey…) y se respira en el ambiente el mismo aire de relajación que en la capital de Andalucía. Quizás no tanto, pero desde luego nada comparado al ajetreo de Madrid, aún lleno de la FELGT y su total distensión. Asimismo, he contado con la inestimable compañía y ayuda de una guía de excepción, María “la idealista”, que me ha mostrado innumerables y excepcionales lugares de la ciudad que de otra manera habrían quedado ocultos a la mirada de un turista poco avezado como la mía. Pero ya es hora de partir, la ribera del Ebro suspira aliviada al perder de vista la silueta de mi cascarria 1.5 Diesel, y yo y mi curiosidad damos un paso más. Próximo destino, Pamplona. Próximo post, esperamos que alguna vez, no vaya a ser que me coja algún torito bravo.