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En Sanfermines (segunda parte)

…en esas me veía dando vueltas con el coche en una ciudad del todo desconocida para mi, pero en la que todo me asombraba. Desde la cantidad “de verde” natural, hasta la cantidad de peña vestida como mandan los cánones. Sé que igual soy pesado, pero resulta impresionante ver a todo el mundo por la calle vestido igual. Es una tontería, pero el impacto visual es grande. Detuve el auto frente a algunas fondas y hoteles con pinta regular (que era lo que yo buscaba, €€) pero las respuestas me desanimaban (“estamos completos”, “mañana hay una por 150 €”…). Así, ya estaba pensando meter el coche en un parking público toda la noche. Pero decidí que esa sería mi última opción, pues las cosas seguirían estando en el coche, “extranjero” para empeorar la situación. Así, se me ocurrió la idea de tomar la carretera de Francia e ir parando en cada uno de los puebluchos que encontrase en el camino, preguntando en los hostales o pensiones que encontrase a mi paso. Total, era temprano todavía, me parece recordar que las 16:30 de la tarde (vaya caló por cierto que hacía, luego dicen del sur). Y mi plan para por la noche era la soledad. La única persona que conocía (sólo la había visto una vez) que estuviese en Pamplona ese día era Myriam, una amiga de Maca. Esta última, como siempre, sacándome las castañas del fuego, me dio el teléfono de Myriam para que no terminara hablándole a las farolas. Porque Pamplona en Sanfermines es la caña y tó lo que tú quieras, pero sólo te aburres igual que un domingo de lluvia sin luz en casa. Que me desvío. Nada más salir de Pamplona, dirección Francia (aunque dependiendo de por dónde salgas) te encuentras el pueblo de Miguel Induráin, Villava. Pues bien, me pareció digno de entrar. Y entonces ocurrió. Vi a una chica bajarse de un coche y sin saber por qué ni cómo ni cuándo bajé la ventanilla del mío y le dije: “Perdona, ¿Sabes dónde hay un hostal por aquí cerca?”. Cuando todavía no había logrado explicarme a mi mismo qué esperaba obtener de preguntar a la 28ª persona que veía en un pueblo al que sólo había entrado para saciar mi curiosidad después de esas buenas tardes de gloria que nos dio Miguelón, todos los vellos del cuerpo se me erizaron al oir la siguiente respuesta: “Has tenido suerte, trabajo en uno. Está ahí detrás. Además, acaban de anular una habitación para esta noche, ¿no pretenderías encontrar algo en 20 km a la redonda, no?” Cuando peor están las cosas, “mi suerte” acude pronta en mi ayuda. Total, que la seguí, pagué los 35 € por la habitación (con baño en el pasillo) del humilde Hostal Obélix, me di una ducha y me eché una reparadora sistecita de una corta hora. Dejando la cosas a buen recaudo, con mi nevera de sandwiches un tanto mermada en existencias pero con la moral por las nubes emprendí la marcha, ahora dispuesto a quedarme, a la fiesta de las fiestas en Pamplona…

July 16, 2005   Comments Off on En Sanfermines (segunda parte)