En Sanfermines (primera parte)
Pues bien, cuando abandonaba Zaragoza la mañana del 6 de julio poco podÃa yo imaginar lo que se avecinaba en las horas que siguieron. Y es que tendrÃa que haber tenido mucha imaginación. Aún seguro de haber olvidado muchos detalles por la pereza que he tenido estos dÃas a la hora de postear mis vivencias en Sanfermines, pero también seguro de que el nº de detalles que terminan en la inopia crecerá si no lo hago ya, vamos a ello. Prosigo. He de decir que me estaba saliendo del presupuesto en los gastos de viaje, asà que preparé en casa de MarÃa, la noche antes, 23 (no es un número al azar, los conté) sandwiches, de 2 tipos, jamón york & queso y salami. Es importante para explicar sucesos que ocurrieron con posterioridad, pero eso ya será en posts venideros. Los metà en 2 bolsas de plástico, rodeados de cubitos de hielo, en la nevera que, como hombre previsor, habÃa traÃdo desde Sevilla. La alegrÃa me embargaba al pensar que hasta que llegase a casa de mi hermana en Cascais no iba a gastar 1 € en comida, y cuando llegase menos aún. No advertÃa en ese momento las graves consecuencias que esta dieta me acarrearÃa con el paso de los dÃas y las ciudades. Pues bien, y cambiando un poco el tercio. Mi respetadÃsima compañera de existencia Macarena me regaló cuando estuve en Irlanda una camiseta del equipo cuya afición despierta en mi una mayor admiración, el Celtic de Glasgow. Como algunos sabréis, la camiseta de este equipo es verde y blanca a rayas, y aunque estas rayas son horizontales y no verticales, bien podrÃa inducir a pensar inconscientemente en la camiseta del Real Betis después de un primer vistazo. Pues bien, no se me ocurrió otra cosa que elegir tal uniforme para ponerme cuando salà de Zaragoza esa mañana. AsÃ, al llegar a Pamplona, la segunda decisión “feliz” del dÃa fue dirigirme directamente al centro de la ciudad con el coche, sabedor de que me iba a resultar muy complicado encontrar algún sitio para pasar la noche (yo no, más bien el portátil y el traje, que llevaba en el coche y me negaba a dejar en plena calle), pero con muchas ganas de ver el ambientillo de Sanfermines antes de emprender tan ardua tarea. AsÃ, y siguiendo los carteles de Centro Ciudad terminé inmerso en una marea humana de gente vestida de unos colores preciosos, el blanco y el rojo. La alegrÃa se reflejaba en sus rostros, en algunos casos moteada por calimocho, en otras, muy fresca y natural. Hasta que dejó de ser asÃ. No puedo asegurar en qué momento caà en la cuenta del craso error que habÃa cometido, pero sà que puedo afirmar que lo que sentà fue algo muy parecido a lo que en psicologÃa se llama “miedo insuperable” (al menos lo describe bastante bien). Y es que ni hacÃa un mes el Betis le habÃa arrebatado a Osasuna de Pamplona la Copa del Rey, en la única final de la historia de los pamplonicas. Y yo me hallaba en un coche con matrÃcula de Sevilla, y una camiseta que a buen seguro y por efectos del alcohol más de 1 y más de 2 confundieron con la del segundo equipo andaluz en palmarés (en todas las categorÃas). Y para colmo de males, yo soy sevillista. AsÃ, estuve a punto de llevarme un buen disgusto. No sé en qué se podrÃan haber traducido las caras mezcla de tristeza e indignación que vi a mi paso, pero por si acaso y en cuanto el semáforo encendió su luz verde la pericia en una maniobra de escape por la calle más desierta que vi me condujeron a las afueras de la ciudad, lugares que acogà con más alegrÃa si cabe que las primeras siluetas vestidas de blanco y rojo a mi llegada a Pamplona. Asà transcurrieron mis primeros minutos en Pamplona…
July 15, 2005 Comments Off on En Sanfermines (primera parte)