Salamanca
El viaje a Salamanca duró aproximadamente 6 o 7 horas. No por la distancia en si, sino por el cansancio acumulado, las malas carreteras, y la poca prisa con la que encaré el desplazamiento. Después de no haber dormido casi nada, camino de Logroño casi me da algo, por esas carreteras navarras. Casi en cada área de descanso paraba, me comÃa un sandwich con agua (el hielo ya se habÃa derretido) y echaba una cabezadita de 15 minutos que me servÃa para cansarme más, tener dolor de cabeza y las lentillas pegadas a los párpados. Además, al no confiar en la profundidad de mi sueño, me tenÃa que encerrar en el coche, y eso al inmisericorde sol de España el dÃa 7 de julio de 2005 me supuso unos 15 kilos menos de lo que sudé. La verdad es que no guardo buen recuerdo del viaje desde Pamplona a Salamanca. Lo único positivo fue el trato recibido por Gonzalo de MosteyrÃn, un amigo que vive en Burgos. Me invitó a un cafelito reparador y unas pastas, amén de compartir una agradable conversación que hizo que mi cabeza pudiera funcionar al margen de mis pensamientos aunque fuera por unos minutos. Antes, en una parada en Logroño para comprar agua, tuve noticia de los atentados de Londres (7-J). Sin palabras. Por cierto, increÃbles los campos de La Rioja. Brutales. Al vislumbrar Salamanca en la lejanÃa me desperecé un tanto, y comencé a dar vueltas con el coche en busca de un hostal. Como mi suerte y yo somos uno, y de momento el idilio entre ambos va viento en popa a toda vela, al detener mi coche delante del primer hostal que vi, a 3 minutos andando de la Plaza Mayor, y preguntar por habitaciones, me dijeron que tenÃan 1 libre por 16 €. Jejejeje. Evidentemente no lo pensé mucho, descargué el coche, me di una ducha y cené doritos junto con mis ya familiares sandwiches mojados. Entre pitos y flautas, me di cuenta de que eran ya cerca de las 23 de la noche. “Uuffff”, pensé, “mañana me voy a Cascais, 6 o 7 horas de viaje… si no salgo esta noche no voy a ver nada de Salamanca.” Esta reflexión me la hacÃa, todo hay que decirlo, después de darme una ducha y mientras intentaba localizar algún canal en el televisor del hostal, tirado en la cama. Y sólo. No conocÃa a nadie que estuviese en Salamanca en ese momento. Pero claro, eso no era impedimento. Asà que me vestà fÃsica y psicológicamente, y salà a la calle dispuesto a comerme Salamanca de noche, y ver lo máximo que pudiera de la ciudad. Los brÃos que llevaba al bajar las escaleras del hostal se esfumaron cuando puse un pie en la calle y observé que estaba semidesierta, poco iluminada, y que hacÃa un frÃo considerable. Y seguÃa sólo. Estaba a punto de dar media vuelta y desistir (23:20 + o -) en mi intento cuando noté el mapa de Salamanca que me habÃa dado la chica de recepción, y que ocupaba inerte el bolsillo trasero derecho de mi pantalón. Lo saqué, me situé en el mismo y me di cuenta de que la Plaza Mayor sólo distaba unos minutos del punto en el que me encontraba. Para los que no lo sepáis (como no lo sabÃa yo en ese momento), la Plaza Mayor de Salamanca es de las más espectaculares de España. Es una plaza en toda la dimensión de la palabra. Y este año se cumple, además, el 250 aniversario de su construcción, por lo que está mejor cuidada, si cabe, de lo que acostumbra. La uniformidad del estilo, la majestuosidad de sus lÃneas, sus dimensiones, la atmósfera que se respira encerrado entre sus arcos… te traslada a otra época. Miles de americanos toman Salamanca en los meses de julio y agosto, atraÃdos por los cursos de verano de Castellano de la Universidad de Salamanca, y por la marcha de la noche salmantina (esto último en mayor medida). En estas estaba, cuando me decidà por fin a salir de la Plaza Mayor, en dirección a la Casa de las Conchas. Guiado por el mapa, no tenÃa miedo a perderme, aunque no se veÃa casi nadie por las calles. Era jueves. ¿Las 23:45? PodrÃan ser. O las 0:00. Pues eso, que no tenÃa miedo a perderme, pero igualmente, me perdÃ. El mapa era pequeño, de esos en los que algunas calles desaparecen, y en los que las que aparecen lo hacen carentes de nombre. Cuando empezaba a desesperarme, una chica me adelantaba por la izquierda. Caminaba con la seguridad de quien sabe hacia dónde va. Y eso era exactamente lo que yo iba buscando. Alguien que supiera hacia dónde ir. Lo que no esperaba es que mi suerte me llevase tan lejos esa noche. Al interrogarla sobre el paradero de la Casa de las Conchas, me dijo algo a lo que ya me he acostumbrado: “Voy hacia allÃ, has tenido suerte. Venga vamos…”. Sorprendido de que hubiera alguien tan friki como yo para ir a ver la Casa de las Conchas un jueves a las tantas de la noche (y encima siendo de Salamanca), me aclaró que el lugar, además de Biblioteca Pública, se solÃa usar para determinados actos culturales. Como el Ciclo de Conciertos de Música Electrónica que estaba teniendo lugar esos dÃas. De hecho, nos dirigÃamos hacia uno en esos momentos. Ya empezaba a pintar bien la cosa. A medida que caminábamos y charlábamos, pensaba que cuando llegásemos a la Casa de las Conchas nos despedirÃamos y le darÃa las gracias, como cicerón eventual y turista despistado que éramos. Pero no fue asÃ. Me ofreció presentarme a sus amigos (y todavÃa no sabÃa ni su nombre). La mejor de mis sonrisas se dibujó en mi careto. Cosa bastante comprensible si se tiene en cuenta que estaba ante la oportunidad de disfrutar de una cervecita fresquita rodeado de salmantinos/as, en el interior de la increÃble Casa de las Conchas, y disfrutando de un concierto de música electrónica. Cómo pueden cambiar las cosas en cuestión de minutos. Pero hay que intentarlo. Efectivamente, me presentó a sus amigos y estuvimos un buen rato charlando. Ella (Sonia, magnÃfica), y él (Luis, genial) fueron los únicos que aguantaron después de la cervecita conmigo, y se ofrecieron a enseñarme algo de la ciudad. Paseando, y después de dudarlo por algunos instantes, se animaron a tomar un par de copas y hacer de guÃas noctámbulos. Antes, condición sine qua non para todos era cenar algo. Bocata jamón york y queso que te crió. Después fuimos a un garito, seducidos por un relaciones públicas drag queen que daba asco. No por drag queen, sino por vicioso. Eso sÃ, tenÃa gracia. Asà que entramos, pedimos unas copas y comenzamos a bailar. Nos hicimos un “tatuaje” cada uno, de esos en plan cuasicalcamonÃa. Aquà os dejo el doloroso momento en el que me “imprimÃan” en el brazo los “kanji” que componÃan mi tatuaje.
Seguimos charlando. Riendo. Fumando. Bailando. Sonia: “Me tengo que ir, que tengo que trabajar mañana.” En el cénit de mi egoÃsmo, tuve miedo de que la noche estuviese llegando a su fin. Pero por lo visto Luis no tenÃa tal intención. Después de despedir a Sonia (muchas gracias, eres muy grande, vueles o andes, vayas o vengas, vivas o sueñes…), Luis se tomó en serio lo de guÃa alcalino y creo que me llevó a todos los locales de la ciudad, pasando por Camelot, ¿cómo no?. Lo que ocurre es que no pude seguir su ritmo de prive, porque no tenÃa cuerpo (vente a la feria 2007, que te vas a enterar; la de 2006 estaré fuera). Acabamos en una fiesta de la espuma, brutal. A las 6 de la mañana, cuando salimos de allÃ, estábamos totalmente cubiertos de espuma, y empapados. La ropa pegada al cuerpo. El viento helado arreciaba. El trayecto hacia el coche fue inolvidable, en contraposición al rato tan sumamente agradable que acabábamos de pasar. Llevé a Luis a su casa, en la otra punta de Salamanca, y fuimos a un “after” (jejejejeje) a tomar la última birrita. Un rato de conversación distendida cerró lo que fue una noche magnÃfica. Nos despedimos, me encomendé a mi suerte y a las indicaciones de Luis, que me llevaron rápidamente al hostal, y me fui al sobre. Sobre las 11:30 me levanté, me di una ducha rápida y me monté en mi Saxito dirección Portugal. Pero eso ya es otra historia y como tal… sÃ, debe ser contada en otro post.
July 25, 2005 Comments Off on Salamanca