Imagen de cabecera aleatoria... Pulsa F5 si quieres ver otra!

Odisea en Transnistria (…y cuarta parte)

(volver a la tercera parte)

LA KGB TRANSNISTRIA Y EL TURISMO

Seguimos andando hasta el Soviet Supremo, un edificio que impresiona por lo que significa y por la enorme estatua de Lenin que se encuentra justo delante. No había nadie más que nosotros tres cerca del monumento. Hicimos unas fotos, primero desde el otro lado de la calle, disimuladamente. Nos acercamos más todavía, nos plantamos justo delante. Sergio se había aburrido del puñetero edificio y estaba un poco apartado, ojeando la Lonely Planet.

Adrián ante el Soviet Supremo

Fotografié por última vez el Soviet Supremo, y en ese preciso instante se abrió la puerta principal y un agente de Seguridad Nacional, de traje y con una llamativa camisa burdeos, salió disparado hacia mí. Yo estaba a unos 50 metros del edificio. Instintivamente comencé a andar hacia él a buen ritmo. Quería proteger la seguridad de Sergio y Adrián, a quienes había puesto en peligro con mi actitud indiscreta, y quería proteger las fotos de Adrián (temía fundadamente por ellas). Adrián, que estaba unos 20 metros detrás de mí, tomó la inteligente decisión de permanecer vigilante, sin acercarse por el momento al agente. Sergio no se enteró de nada.

Llegué a la altura del transnistrio con aire confiado, sin preocuparme de la pobre situación de los derechos humanos en Transnistria, la imposibilidad de solicitar protección diplomática, en el caso de que llegase a ser necesario (por la sencilla razón de que ningún estado reconoce la soberanía transnistria), o las complicaciones adicionales derivadas de nuestra condición de funcionarios de la embajada española.

Yo esperaba que el agente me retuviera y fuera sometido a interrogatorio en algún oscuro calabozo del Soviet Supremo. Las posibilidades de ser torturado me parecían escasas, así que lo más preocupante era que podía perder el autobús de vuelta a Chisinau. Otra cosa que podía perder era mi cámara de fotos.

El caso es que mi actitud decidida debió impresionar al transnistrio. Se limitó a indicarme, de muy malos modos, que estaba prohibido fotografiar el edificio y me ordenó que le mostrara las fotos que había hecho y, con un seco “delete it”, que borrara las que no le gustaban (debió pensar que ponían en peligro la seguridad nacional, si es que Transnistria puede considerarse una nación). Borré mansamente tres o cuatro, y cuando le enseñé la foto en la que salgo con Lenin y el Soviet Supremo de fondo, volvió a decirme “delete it”. Me negué. Le dije que yo era un turista y quería una foto con esos monumentos y que esas no son formas de tratar a un turista, hombre!. El agente se me quedó mirando en silenció, y aproveché su indecisión para apagar la cámara y guardarla en su funda, desafiante. Volvió a mirarme a los ojos, como valorando mi dudosa peligrosidad, y se fue.

La foto por la que desafié los cimientos del poder Transnistrio

Teníamos una hora para coger el autobús, así que decidimos volver dando un paseo. A los pocos metros se nos acercó un ciclista de mediana edad y nos preguntó “Where are you from?”. Era el Opositor. Nos dijo que se veía a leguas que éramos extranjeros. Nos explicó todas las barbaridades que hacía el gobierno, que no existía libertad de expresión, que es una vergüenza el apoyo ruso al régimen. Escuchamos al Opositor con actitud inocente, como si no supiésemos nada de esas cosas. Existía la posibilidad de que fuera un falso opositor, un espía del gobierno Smirnov, y no convenía a nuestra causa significarnos políticamente. Hablamos (más bien lo escuchamos) un buen rato y nos despedimos cordialmente.

El Opositor nos había hecho perder un tiempo precioso. Decidimos cancelar el paseo de vuelta por Tiraspol y cogimos un taxi. Como buen ruso el taxista era menos comunicativo que un mejillón, así que tardamos una eternidad en hacernos entender. Nos sorprendió llevándonos honradamente por el camino más rápido y corto, por lo cual se ganó una generosa propina.

En la sala de la estación de autobuses donde se despachan los billetes vivimos otra escena curiosa. Había una docena de personas esperando a la cola. Así como abrimos la puerta clavaron sus miradas en nosotros. La cola estaba dispuesta de modo que todos los que la integraban se hallaban de frente a la puerta de la sala; así que no necesitaban ni mover el cuello para escrutar a quien entraba. Nadie hablaba ni se movía, todos en perfecta y ordenada actitud de espera. Las tres señoras de las ventanillas tampoco dejaban de mirarnos; parecían soberanamente aburridas y no hacían ningún esfuerzo por atender a los de la cola, y viceversa, los de la cola sólo se preocupaban de mirarnos. Empujados por un fuerte instinto gregario ocupamos nuestro sitio al final de la cola. Nos convertimos en ellos. Durante 10 minutos no hicimos otra cosa que esperar ordenadamente y mirar muy fijamente a alguna señora que entraba en la sala. La cola no avanzó en ningún momento ni había perspectivas de que alguien empezara a vender billetes. “Esto debe ser el socialismo real”, pensé.

Estación de autobuses de Tiraspol

De repente un señor abrió la puerta y, sin entrar, dijo cuatro barbaridades en ruso y se fue. La cola se desintegró y todos sus miembros se abalanzaron sobre la puerta frenéticamente, incluidas señoras cuya partida de nacimiento debía remontarse a los tiempos anteriores a la revolución del 17. Perplejos, le preguntamos a la señora de la ventanilla qué estaba pasando, y nos dijo que acababa de llegar el autobús de Odessa con destino Chisinau, y que podíamos comprar los billetes a bordo. Seguimos su consejo y tomamos asiento en el autobús. Ya sólo nos quedaba cruzar la frontera para considerar a salvo nuestras vidas.

LA LEY DEL MIEDO

En unos minutos llegamos a la frontera Transnistria. Un oficial soviético subió al autobús y recogió nuestros “visados”. Apenas reparó en nuestros pasaportes. Bajó, y el autobús cruzó la barrera fronteriza. A unos metros de la última valla, junto a los barracones grises, volvió a detenerse. Subió un suboficial gordo, comprobó los pasaportes y bajó. Alguien nos dijo que teníamos que bajar nosotros también. No iba a ser tan fácil salir de este pseudoestado de pesadilla.

Artillería transnistria en el estratégico puente sobre el Nistru en la ciudad de Bender. Por esta foto podrían habernos acusado de espionaje

Abajo esperaba el soldado Yul Brinner. Nos llevó a la primera habitación del barracón gris, donde esperamos a que salieran otros dos viajeros que habían sido llamados a interrogatorio. En apenas un minuto llegó nuestro turno. Entramos acompañados de Yul Brinner; dentro había un oficial distinto al que nos interrogó por la mañana (el nuevo no hablaba moldavo) y el suboficial gordo. El oficial no nos hizo sentar.

Mareó la perdiz brevemente, interesándose por cuestiones intrascendentes, hasta que por fin nos preguntó por el sello de la policía de Tiraspol. Respondimos que no teníamos tal sello, que aquella misma mañana no nos habían advertido de su existencia. El oficial nos lanzó un speech en ruso, del que se entendía “problema”. Yul Brinner, que sabía cuatro palabras en moldavo y hacía las veces de traductor, nos dijo algo relacionado con el número tres. Negamos haber estado tres días en Transnistria, ni siquiera habíamos pernoctado: Hacía 5 horas que habíamos estado allí mismo con el propio Brinner!!!. El nos respondió con un gesto curioso, cruzando tres dedos de una mano en horizontal con tres de la otra en vertical y decía “tres días” y “Tiraspol”.

Comprendimos, al fin, que nos amenazaba con pasar tres días en un calabozo de Tiraspol. Deliciosa perspectiva. Excepto porque volábamos a Bucarest en 2 días. Como habíamos cometido la indiscreción de confesar este hecho en una fase anterior del interrogatorio, Yul Brinner empezó a decir festivamente: “Tres días Tiraspol [y hacía el gesto de los dedos imitando las rejas del calabozo]. No Bucarest!!!”.

Llegamos al momento cumbre de nuestra detención. “¿No se puede pagar una multa para evitar la cárcel?” Yul Brinner tradujo para el oficial, que había estado observando la acción con ojos ávidos. Anotó “50€” en un papel dispuesto al efecto. Reaccionamos fríamente. Yul Brinner, al quite, nos dijo que los 50€ pagaban la libertad de los tres.

El cuerpo me pedía regatear un poco, así que simulé que no tenía euros (había llevado 50€), pero Adrián y Sergio soltaron prudentemente 45€ y unos cuantos lei moldavos. El Oficial se puso en pie y dijo que todo estaba en regla. Brinner y el Gordo sonrieron ampliamente y en actitud relajada nos ofrecieron la mano, que estrechamos aliviados y divertidos.

En el autobús nos dimos cuenta de que habíamos comprado nuestra libertad a unos soldados soviéticos que guardan la frontera inexistente de una república rebelde y mafiosa. Una aventura increíble. Más tarde comprendí que habíamos pagado un soborno, que ellos habían cometido abuso de poder y que con nuestra actitud contribuíamos a que se mantuviera una costumbre miserable. Estuvo mal y no se debe hacer.

Y la siguiente vez que las autoridades nos amenazaron (a mí y a Adrián) con la cárcel y nos pidieron un soborno para evitarla no pagamos. Sucedió al día siguiente, pero es una larga historia…

Aquella noche, en el autobús de vuelta, soñamos con nuestra siguiente aventura en la República de Moldavia. Y, creedme, habría de resultar tan grande como la de Transnistria, si no mayor aún.

Aquí acaba la odisea (nunca mejor dicho, como han podido comprobar) de mis compañeros Óscar, Adrián y Sergio, narrada de forma excelente por el consumidor de te más empedernido entre el Parque de Herastrau y la Piata Universitatii. Yo, por mi parte, me voy a España mañana, hasta el miércoles que viene, por lo que el blog CIERRA POR VACACIONES hasta el jueves 17 de agosto. Mis felicitaciones para los/as que tengan su Santo el día 15 de agosto, que sé que son muchos/as. Cuídense. A disfrutar.

Escuchando: “En el lago – Triana”.
Santoral: Lorenzo.
Efemérides:
997 – Las tropas de Almanzor saquean y destruyen la ciudad de Santiago de Compostela, llevándose como recompensa las campanas de la ciudad.
1343 – Una segunda exploración llega a las islas Canarias al mando del navegante mallorquín Jaime Ferrer.
1519 – Zarpa de Sevilla, España, la expedición mandada por el portugués Magallanes que descubriría el paso entre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico y acabaría dando por primera vez la vuelta al mundo, demostrando la esfericidad de la Tierra.
1557 – Batalla de San Quintín: Las tropas españolas de Felipe II derrotan a las francesas de Enrique II.
1759 – Carlos III es proclamado rey de España.
1809 – En Quito, Ecuador, se produce el primer grito de independencia en las colonias españolas de América.
1913 – El territorio de Macedonia que pertenecía a Bulgaria es cedido en parte a Serbia y Grecia tras el tratado de Bucarest que pone fin a la segunda guerra balcánica.
1954 – Indonesia proclama su independencia y se desvincula de Holanda.
1964 – El papa Pablo VI publica su primera encíclica: “Eclesiam Suam”.
1982 – Se crea la Comunidad Autónoma de Canarias.

August 10, 2006   21 comentarios