De lo que vimos en Kuna Yala
De todas las islas que vimos por el camino, la que al final resultó ser nuestro destino era una de las más grandes. Esta circunstancia en un principio me decepcionó, porque yo tenÃa el secreto deseo de estar en un islote de doscientos metros cuadrados con una cabaña para nosotros y el único sonido de las olas del mar. Pero dicen que no hay mal que por bien no venga, y eso debà pensar cuando nos recibieron los que cortan el bacalao en la comunidad que ocupa dicha isla (el saila o cacique y su familia), nos llevaron a nuestra habitación (en el primer piso de un edificio que sólo levantaba dos del suelo, y que para más inri era el único de toda la isla que tenÃa alturas) y nada más desempacar nos pusieron por delante un plato de pescado fresco (pero fresco fresco), fruta, yuca… estaba todo increÃble.
Antonio Alfaro, el saila de Isla Ratón (asà se llamaba la isla), es un hombre bajo y enjuto, como el resto de los kuna que tuve la suerte de conocer. De apariencia relajada y mirada limpia y despierta. Nos llevó por toda la isla contándonos cómo en las reuniones que tenÃan en la cabaña de la comunidad no se podÃa discutir, sino que se hablaba por turnos, de forma relajada, mientras los demás escuchan, estando prohibido interrumpir a nadie hasta que termina. Si alguien quiere discutir, ha de hacerlo en otro sitio, aquel es lugar sagrado. Aunque no lo creáis, tienen incluso hamacas sagradas, para los caciques (hay tres en la comunidad, uno administrativo, otro tradicional y el tercero no recuerdo a qué se dedica, pero podemos concluir que jurÃdico, que alguien nos corrija si nos equivocamos).
Posteriormente nos llevó a su casa (cabaña), donde algunos de sus hijos y nietos escuchaban una pequeña radio y veÃan pasar el tiempo tirados en hamacas. HabÃa niños desnudos, y otros con camisetas de equipos de fútbol de la última glaciación. Soñé con volver algún dÃa con trescientas camisetas del Sevilla FC. Algún dÃa lo haré.
Terminamos la tournée en la escuela. Aquà sà que me emocioné, pues este lugar representa el choque entre la cultura kuna y la de una sociedad que lucha por abrirse hueco en el panorama capitalista internacional. HabÃa dos aulas en un estado más bien deplorable, además del despacho del director, que más que eso parecÃa un almacén de objetos inútiles, apilados de cualquier manera a lo largo y ancho del mismo. Tras la revolución kuna de 1925, en la que obtuvieron el reconocimiento de su identidad y su territorio por parte de Panamá, el precio que tuvieron que pagar fue el de la escolarización de sus generaciones venideras. Parece que se lo tomaron en serio. El nieto de Antonio, Rogelio Alfaro, me prestó un par de libros de sus escolares para que aprendiera un poco más sobre los kuna. Horas más tarde, a la débil luz de una bombilla en una terraza del hotel Kuna Yala y mientras aguantaba estoicamente la interminable retahÃla de risas de cinco franceses cincuentones al amparo de sendas botellas de ron y cognac, pude leerlos. El primero de ellos era un calendario kuna, con ilustraciones y explicaciones para cada mes. Para ellos, cada mes tiene su protagonista, las tortugas, las lluvias, la luna, etc…el segundo libro era una colección de relatos cortos siguiendo el esquema del mito del antiguo testamento, en el que los kuna explican el origen de ellos mismos, y del resto de la humanidad. En principio el resto somos no kuna, y ellos los enviados por Dios para que todo vaya bien. Nada nuevo por San Blas en este sentido. Ya mañana termino con las crónicas de Kuna Yala, perdonad la chapa de hoy.
April 13, 2009 5 comentarios