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Posts from — January 2009

La verdadera historia de los Reyes Magos

Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escucharle como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:

– ¿Papá?
– Sí, hija, cuéntame.
– Oye, quiero… que me digas la verdad.
– Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido.
– Es que… -titubeó Blanca
– Dime, hija, dime
– Papá, ¿existen los Reyes Magos?

El padre de Blanca se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

– Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?

La nueva pregunta de Blanca le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:

– ¿Y tú qué crees, hija?
– Yo no sé papá, que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso.
– Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero…
– ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me habéis engañado!
– No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Blanca.
– Entonces no lo entiendo papá.
– Siéntate, Blanquita, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.

Blanca se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:

‘Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

– ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
– ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:

– Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y su voz se escuchó en el Portal:

– Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
– ¡Oh! necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes., no existen tantos.
– No os preocupéis por eso -dijo el Niño-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
– ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
– Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños?
– Sí, claro, eso es fundamental – asistieron los tres Reyes.
– Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
– Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
– Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que el Niño Jesús estaba planeando, cuando su voz de nuevo se volvió a oír:

– Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.

Cuando el padre de Blanca hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:

– Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.

Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:

– No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.

Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.

Feliz Navidad desde todas las partes del mundo, y ya sabes que si reenvías este correo a todos tus amigos con hijos o sobrinos se cumplirán todos tus deseos: ganará la liga tu equipo, ganará las elecciones tu partido y tú serás el próximo jefe de tu jefe, ah!, pero si no lo haces, los tres Reyes Magos te traerán Polonio 112 que es peor que el carbón asturiano…

Por cierto, echa de tu casa a ese barbudo y gordo impostor de rojo, ¡¡¡es un artificio consumista!!!

[ vía e-mail de Maca ]

January 6, 2009   7 comentarios

El tiempo es el verdadero rey del dolor

Para minimizar (en la medida de lo posible) los efectos derivados de su tiranía infinita, hay que olvidar que estamos en su reino permanente y crearnos nuestros propios cantones mentales… aunque duren un segundo, son nuestros.

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Hoy tiro para Oviedo, donde estaré hasta mañana. ¡¡Astuuuuuuuuuurias, patria queriiiiiiida!!

January 5, 2009   1 comentario

El ¿tendón, talón? de Aquiles

Quien consiga explicar mejor qué significa cada expresión, cuál surgió primero, y algunas otras particularidades recibirá una magnífica postal de Asturias. Y si me monto en el taco gracias al sorteo de El Niño, un magnífico jamón. No es cuestión baladí.

Sigo disfrutando, aprendiendo, y conociendo vidas en mi viaje por estas bellas tierras gallegas. En dos horas y diez minutos parto hacia Gijón para comenzar a saldar otra eterna deuda, la que tengo con Asturias.

January 4, 2009   10 comentarios

Galicia calidade

Veintiocho años, un mes y quince días de espera han merecido la pena. Santiago y Vigo me han conquistado, y sus gentes me han embrujado. Todo sonrisas, amabilidad y buenos deseos. De momento, mi viaje por el norte peninsular está siendo intachable. Hoy, visita a Cangas y Bayona. Mañana para Gijón, pasado para Oviedo y el día 6, de vuelta a Madrid.

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January 3, 2009   8 comentarios

Viernes, peliculita en casa: Gomorra

Día y hora indeterminados: leo en algún periódico on-line que una nueva película italiana ha supuesto un soplo de aire fresco en el alicaído cine europeo de las últimas fechas, etc… me llaman la atención las connotaciones bíblicas de su nombre: Gomorra.

Día y hora indeterminados: veo en algún telediario que la película ha ganado cinco premios en un festival de cine europeo.

Una mañana, hace algunas semanas, camino del trabajo, en el andén de la estación de Gregorio Marañón, de la línea 10 del metro de Madrid: observo a un hombre leyendo un libro denominado Gomorra. Me fijo en el autor: Roberto Saviano.

Hoy, en algún momento de la tarde: decidimos ir a verla.

Hoy, 21:45: entramos en la sala 2 de los cines Renoir Retiro, Madrid, a ver Gomorra. La proyección comienza directamente, sin ningún corte publicitario, ni tan siquiera un mísero trailer.

Hoy, 0:05: salimos del cine, y tras cruzar el primer paso de peatones, se detiene en el mismo un Mercedes antiguo bastante amplio cargado de sujetos que parecían sacados directamente del metraje de la película, cuestionándome por una dirección que en primera instancia no acierto a escuchar. Deberías acercarte, Banyú. Me acerco. En los escasos cuatro metros que me separan del vehículo, mientras me aproximo al mismo en dirección a la ventanilla del conductor, puedo visualizar mentalmente con una nitidez escalofriante cómo todos sus integrantes sacan armas, de distintas marcas y modelos, y vacían sus cargadores en el inerte saco-diana en el que me he convertido. En otras palabras. Tengo miedo.

Y es que Gomorra, simple y llanamente, me ha dado mucho miedo. Me ha dado miedo porque nos muestra algo que no queremos ver. Algo que ya vimos en películas como El odio, que de vez en cuando escuchamos en algún boletín de noticias, pero que ahuyentamos rápidamente con un rápido movimiento de cabeza y algún pensamiento del tipo: “pobrecitos“.

Somos conscientes de los fallos en el sistema. Son múltiples y muy variados, lo sabemos por las cifras. Las cifras del hambre en el mundo, de las esperanzas de vida, de los desaparecidos, de las guerras civiles, de la esclavitud, de la explotación infantil, de las mutilaciones, de los bombardeos… pero son sólo eso, cifras. Números en un papel, en una pantalla, en las voces de algún presentador con cara de circunstancias, que por un instante sacuden nuestras conciencias. Procedemos a ahuyentarlos rápidamente con otro rápido movimiento de cabeza y otro pensamiento, este del tipo: “este mundo está podrido“, o similares.

Cuando los errores del sistema se manifiestan en nuestros países, en nuestras ciudades, en nuestros barrios (crecí cerca de uno muy muy problemático y conocido a nivel nacional), la cosa ya cambia. Ya no hay cifras, hay nombres, quizás caras, voces… atrapadas por una realidad asfixiante. No hay salida. La droga, la pobreza, la delincuencia, están a la vuelta de la esquina. Las mafias campan a sus anchas y la seguridad es una utopía. La ley la dicta el más fuerte, y normalmente no va de uniforme. Los niños no tienen ningún ejemplo medianamente digno, y en ocasiones el infierno empieza en sus mismas casas, cuando despiertan cada mañana.

Gomorra nos muestra de forma cruda que en la orgullosa Europa de hoy día existen lugares en los que el sistema no funciona, está podrido desde la raíz. Son 137 minutos desagradables, muy desagradables. Pero recomendables, sin duda.

January 2, 2009   2 comentarios