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Category — Cultura

No se vale

De pequeño todos hemos jugado a “Mosca, muda y quieta”, a “Visto”, a “La botella” o algún otro invento maligno de esos que agrupaban a todos los infantes del barrio bajo una serie de reglas que cada uno interpreta como le da la gana y que sirve como marco a la incubación de los primeros sentimientos hacia el prójimo, ya sean de odio o amor profundo e inabarcable, y que cambian (como no podía ser de otra manera), en cuestión de horas pasando a ser de naturaleza diametralmente opuesta.

Menuda megaoración me ha salido. Sí. Conozco la existencia de los puntos. Y seguidos. Sigo.

Como decía, todos hemos desaprovechado horas valiosísimas en las que nuestro cerebro esponja podía absorber conocimientos lingüísticos o musicales con muchísima facilidad haciendo el cafre en la calle con el bocata de nocilla, manchurrones por doquier y restos de sangre y postillas de la última caída.

En esas interminables tardes, había una frase fetiche que todos pronunciábamos tarde o temprano, y que normalmente daba pie a una interminable discusión: “no se vale”. No se vale esto, no se vale lo otro. Cualquier cosa con tal de evitar que el del quinto quedara mejor que tú delante de la del cuarto. Ella era tuya y siempre lo sería, el beso que te dio en el ascensor os ha unido hasta el fin de los tiempos, ¿qué se cree este haragán?.

Con el tiempo, uno deja de pensar que poder rellenar continuamente el vaso de coca-cola en el McDonalds de tu ciudad es la pera limonera, y más o menos a la vez, desaparecen la mayoría de sueños e ilusiones infantiles, y entran en desuso este tipo de expresiones. “No se vale” se desapareció de mi vida.

En Panamá ha vuelto a aparecer. No he escuchado concretamente dicha expresión, pero el uso que se hace del reflexivo por estos lares me retrotrae mágicamente a aquellos momentos. La partícula se aquí es más famosa que el pisha en Cádiz.

Se, se, se

Sin embargo, si tú escuchas ahora a un vecinito decir “no se vale” te suena irremediablemente incorrecto. Aquí es música para los oídos, la gente suele expresarse con bastante corrección, aún cuando los anglicismos están a la orden del día y restan armonía al discurso.

Buscando información al respecto, he encontrado lo siguiente:

» Se vale

P: Necesito saber si está bien dicho decir “se vale” en vez de “vale” únicamente. Por ejemplo cuando dicen: “Esto o aquello no se vale”. Soy argentina, y aprendí que es un vulgarismo decir “se vale” o “no se vale”. Pero me encuentro que en otros países como México es como se acostumbra decir. Leí en la página que si se toma “valer” como verbo (permitir), está correctamente dicho, pero así y todo aún no me acostumbro a escucharlo, y es desagradable escuchar decir “Se vale” o no “se vale”. Muchas gracias.

R: Al hablante le resulta extraño y hasta tiende a censurar palabras o expresiones que no formen parte de su léxico habitual. En muchos casos se trata de incorrecciones del lenguaje, pero en otros, de giros, modismos o usos propios de otras zonas, en las cuales resultan perfectamente adecuados. Así, «se vale» en el sentido de «se acepta», «se puede» o «se permite» es de uso normal en algunas zonas de América, en particular en México, Venezuela y Perú. Es, por tanto, correcto y apropiado en esas zonas. La Academia no lo censura, aunque señala que el uso mayoritario es sin la partícula ‘se’.

Seguiremos reportando.

February 28, 2009   7 comentarios

Panamá y EEUU

En Panamá el estadounidense es denominado gringo, independientemente de la bondad de las intenciones del que lo diga. Mi visión particular, tras un par de semanas aquí y con una visión muy superficial del país y del pueblo panameño, es que después de todo lo que ha pasado en el siglo XX en Panamá, la relación con EEUU ha dejado un saldo positivo para este país centroamericano.

El motivo principal es el Canal de Panamá, obviamente. Esta mañana he visitado la esclusa de Miraflores de esta colosal obra y todavía estoy impresionado. Tiempo (y posts) habrá para hablar del Canal de Panamá, de sus cifras sobre todo, que son mareantes (en todos los sentidos: humano, técnico, económico…), así que de momento haremos un poquitín de historia, muy rápida, de andar por casa.

Cuando los españoles comenzamos a saquear (hay que llamar a las cosas por su nombre, señores) Perú y otros países sudamericanos, la forma de transportar las riquezas obtenidas hasta España era la siguiente: por mar hasta Panamá la Vieja, por tierra hasta Portobelo, y de nuevo por mar hasta España. La ruta terrestre recibía (y recibe en la actualidad) el nombre de Camino de Cruces. Cuentan que la idea de abrir dicha ruta al mar ya se le ocurrió al propio Vasco Núñez de Balboa, pero el rey Carlos I la desechó por lo costosa que iba a resultarle. Esta decisión puede ser calificada como muy acertada, porque no fue hasta muy entrado el siglo XIX cuando se intentó abordar la construcción del canal por parte de los franceses, cuyo intento fracasó estrepitosamente.

Y así llegamos al siglo XX, y como casi cualquier hecho relevante a nivel internacional que ocurrió en el mismo, los EEUU juegan un papel protagonista. Hasta 1903, y desde su independencia de España, Panamá había sido una provincia olvidada en un extremo de la gran mentira bolivariana. En 1903, Panamá obtiene de nuevo su independencia, quién sabe con cuánta ayuda americana, y rápidamente (concretamente 14 días después) se firma el Tratado Hay – Bunau Varilla y comienzan las labores de construcción del Canal.

Mediante el citado tratado, Panamá obtenía principalmente:

  1. La neutralidad del Canal de Panamá.
  2. La igualdad para todas las banderas, tanto la estadounidense como las demás.
  3. El pago a Panamá de los diez millones de dólares, originalmente destinados a Colombia.
  4. La protección de Panamá contra cualquier agresión.

Pero tuvo que pagar un precio, la división territorial del país en dos, al entregar a EEUU toda la zona de construcción del Canal, además de 8.1 km de terreno al norte y al sur del mismo, exceptuando algunas partes de las ciudades de Colón y Panamá City situadas dentro de ese rango.

La construcción del Canal, de la que habrá tiempo para escribir, fue un éxito rotundo, revelándose como una de las obras más impresionantes llevadas a cabo por el hombre. Sin embargo, el sentimiento popular del panameño medio de que había sido estafado por los norteamericanos al negociar las condiciones de entrega del control del Canal y su zona anexa fue calando en la población, sobre todo en ambientes académicos. Esta situación explotó el 9 de enero de 1964, hoy conocido como el Día de los Mártires en el que una discusión sobre la preeminencia de la bandera estadounidense o panameña en la zona del Canal degeneró en una revuelta con el consiguiente fallecimiento de varias personas. Las reacciones internacionales y lo violento de la situación obligaron a los EEUU a aceptar la derogación del Tratado Hay – Bunau Varilla y negociar un nuevo tratado. Las negociaciones finalizaron con la firma del Tratado Torrijos – Carter, el 7 de septiembre de 1977.

En virtud del mismo, el 31 de diciembre de 1999, el control del Canal pasó a manos panameñas al 100%.

Más allá del Canal, en Panamá City quedan muchísimos signos de la presencia norteamericana durante todo el siglo XX. El abundante uso de anglicismos en el lenguaje popular se hace muy curioso para el visitante de origen español. Hay tres áreas de la ciudad en las que se agrupaban los estadounidenses que administraban la construcción y gestión del Canal, así como sus familias, nacidas y criadas en dichas zonas: Albrook, Howard y Clayton. Actualmente las construcciones que ocupaban las familias zonians son consideradas casas de lujo, y están ocupadas principalmente por empresarios y políticos.

Como comenté al comenzar el post, creo que Panamá ya pagó el precio por la construcción del Canal, sufrió en sus carnes el intervencionismo en materia de política exterior de los EEUU, pero en mi opinión, a fin de cuentas le quedó un saldo positivo. Hoy día es un país pujante en su zona y va a más. Gran parte de culpa la tiene el Canal, que ha cambiado el transporte mundial y la vida de este pequeño y precioso país centroamericano, dándole un motivo de orgullo y uniéndolos bajo una sóla bandera.

February 25, 2009   2 comentarios

Cosas que se aprenden leyendo a Neruda

Siguiendo con el “ciclo poético” que comencé el miércoles pasado con Machado, hoy me animo a compartir con vosotros algunas nuevas perlas descubiertas al amparo de los versos del gran poeta chileno Pablo Neruda.

Trementina: Jugo casi líquido, pegajoso, odorífero y de sabor picante, que fluye de los pinos, abetos, alerces y terebintos. Se emplea principalmente como disolvente en la industria de pinturas y barnices.

Cimera: Adorno que en las armas se pone sobre la cima del yelmo o celada; p. ej., una cabeza de perro, un grifo, un castillo, etc.

Sentina: Lugar lleno de inmundicias y mal olor.

Raulí: Árbol de gran porte, de la familia de las Fagáceas, con hojas caedizas, oblongas, doblemente aserradas, pálidas en su cara interna, y fruto muy erizado. Es característico de los bosques andinos, y de valor forestal por su madera.

Estero: Arroyo, riachuelo.

Transmigrar: Dicho especialmente de una nación entera o de una parte considerable de ella: Pasar a otro país para vivir en él.

Carena: Burla y chasco con que se zahiere y reprende.

Durazno: Nombre genérico de varias especies de árboles, como el melocotonero, el pérsico y el duraznero.

Arrebol: Color rojo de las nubes iluminadas por los rayos del Sol.

Como la semana pasada, si has llegado aquí, hay bonus track en forma de poemas o extractos que he disfrutado especialmente:

De “Ebrio de trementina y largos besos”:

Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.

De “Residencia en la Tierra II – Walking around”:

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

De “Pido silencio”:

Lo tercero es el grave invierno,
la lluvia que amé, la caricia
del fuego en el frío silvestre.

(…)

La quinta cosa son tus ojos,
Matilde mía, bienamada,
no quiero dormir sin tus ojos,
no quiero ser sin que me mires:
yo cambio la primavera
por que tú me sigas mirando.

Amigos, eso es cuanto quiero.
Es casi nada y casi todo.

Ahora si quieren se vayan.

He vivido tanto que un día
tendrán que olvidarme por fuerza,
borrándome de la pizarra:
mi corazón fue interminable.

(…)

Se trata de que tanto he vivido
que quiero vivir otro tanto.

Nunca me sentí tan sonoro,
nunca he tenido tantos besos.

Ahora, como siempre, es temprano.
Vuela la luz con sus abejas.

Déjenme solo con el día.
Pido permiso para nacer.

De “Pensé morir, sentí de cerca el frío”:

En ese instante se terminaron los libros, 
la amistad, los tesoros sin tregua acumulados, 
la casa transparente que tú y yo construimos: 
todo dejó de ser, menos tus ojos. 

De “Memorial de isla negra – La poesía”:

Y yo, mínimo ser,
ebrio del gran vacío
constelado,
a semejanza, a imagen
del misterio,
me sentí parte pura
del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató en el viento.

February 4, 2009   6 comentarios

Cosas que se aprenden leyendo a Machado

No sé si lo he dicho, pero el próximo 10 de febrero me voy a Panamá por motivos de trabajo, en principio hasta el 6 de marzo. En principio. Siendo como es hoy 28 de enero y habiendo terminado hace más de una semana los libros que tenía prestados por la biblioteca central de Chamberí, no me queda tiempo suficiente para coger otros tres, leerlos y devolverlos. Así, estoy tirando de unos pequeños libros de poesía de una colección que sacó el periódico El Mundo hace unos años: la “biblioteca El Mundo”. Con ellos me apañaré hasta que llegue a Panamá, donde ya estudiaré la mejor manera de hacerme con libros, ya sea en préstamo o comprados. Desde ya digo que se aceptan libros-donativos.

Me desvío. Decía en el título del post que leyendo la poesía de Antonio Machado se aprenden muchas cosas, entre otras a intentar no emocionarse en el metro. Se aprenden también muchas palabras y expresiones, nuevas para el lector pero muy probablemente bastante más viejas que el 90% de las que antes de abrir el libro componían su vocabulario. De muestra, las siguientes:

Plañir: Gemir y llorar, sollozando o clamando.

Tálamo: Lugar preeminente donde los novios celebraban sus bodas y recibían los parabienes.

Clepsidra: Artificio para medir el tiempo por medio del agua que va cayendo de un vaso a otro.

Yerto: Tieso, rígido o áspero.

Cangilón: Recipiente grande de barro o metal, principalmente en forma de cántaro, que sirve para transportar, contener o medir líquidos.

Recamado: Bordado de realce.

Cárdeno: De color amoratado.

Alcor: Colina o collado.

Sayal: Tela muy basta labrada de lana burda.

Pegujal: Pequeña porción de siembra o de ganado.

Serrijón: Sierra o cordillera de montes de poca extensión.

Cambrón: Arbusto de la familia de las Ramnáceas, de unos dos metros de altura, con ramas divergentes, torcidas, enmarañadas y espinosas, hojas pequeñas y glaucas, flores solitarias blanquecinas y bayas casi redondas.

Orear: Dicho del viento: Dar en algo, refrescándolo.

Tajamar: Tablón recortado en forma curva y ensamblado en la parte exterior de la roda, que sirve para hender el agua cuando el buque marcha.

Olifante: Cuerno de marfil que figura entre los arreos militares de los caballeros medievales, y, en particular, el cuerno de Roldán, personaje central del ciclo legendario de Carlomagno.

Calvijar: Paraje sin árboles en lo interior de un bosque.

Inmoble: Que no puede ser movido.

Poma: Fruta de árbol.

Hetiquez: Estado morboso crónico, caracterizado por consunción y fiebre héctica.

Estameña: Tejido de lana, sencillo y ordinario, que tiene la urdimbre y la trama de estambre.

Fosca: Dicho del color moreno: Muy oscuro, como suele ser el de los indios y mulatos.

Troje: Espacio limitado por tabiques, para guardar frutos y especialmente cereales.

Sementera: Acción y efecto de sembrar.

Joyel: Joya pequeña.

Almez: Árbol de la familia de las Ulmáceas, de unos doce a catorce metros de altura, tronco derecho de corteza lisa y parda, copa ancha, hojas lanceoladas y dentadas de color verde oscuro, flores solitarias, y cuyo fruto es la almeza.

Salterio: Libro de coro que contiene solo los salmos.

Ginesta: Mata de la familia de las Papilionáceas, de dos a cuatro metros de altura, con muchas verdascas o ramas delgadas, largas, flexibles, de color verde ceniciento y algo angulosas, hojas muy escasas, pequeñas, lanceoladas, flores amarillas en racimos laterales y fruto de vaina globosa con una sola semilla negruzca. Es común en España y apreciada para combustible de los hornos de pan.

Parterre: Jardín o parte de él con césped, flores y anchos paseos.

Buho de Minerva: El Buho de Minerva (Palas Atenea, en la mitología griega) es el símbolo de la sabiduría, pero, sobre todo, del poder.

Panta Rhei: “Todo fluye”, Heráclito.

Al paño: en teatro, frase con que se expresa la posición del actor que interviene en la representación quedando oculto, por ejemplo por un telón o bastidor.

Si has llegado aquí, tienes tu premio por ser tan paciente en forma de los poemas o los extractos que más me han gustado del libro:

De “La plaza y los naranjos encendidos”:

¡Alegría infantil en los rincones
de las ciudades muertas!…
Y algo nuestro de ayer, que todavía
vemos vagar por estas calles viejas!

El poema “Anoche cuando dormía”:

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.

Del poema “A orillas del Duero”:

Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.

Del poema “Las encinas”:

De los parques las olmedas
son las buenas arboledas
que nos han visto jugar,
cuando eran nuestros cabellos
rubios y, con nieve en ellos,
nos han de ver meditar.

El poema “La saeta”:

¿Quien me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
(Saeta Popular)

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la Cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

Proverbios y cantares. I:

Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.

Proverbios y cantares. XXIX:

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

Del poema “Crepúsculo”:

Caminé hacia la tarde de verano
para quemar, tras el azul del monte,
la mirra amarga de un amor lejano
en el ancho flamígero horizonte.

January 28, 2009   17 comentarios

Áspero mundo

Por Ángel González (1956):

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinocios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…

December 29, 2008   7 comentarios