Un cumpleaños cubano

Pues eso. Estábamos invitados, con tropocientas personas más, al cumpleaños de la hija del embajador de Cuba en Bucarest. Llegamos puntuales a la cita, riéndonos un poco en el taxi. Nemo se llamaba el sitio. Entramos y descubrimos un restaurante muy elegante, y una tropa de personas cenando. Eso no era lo que nosotros esperábamos. ¿Qué pasa aquí? Que no… que es esa otra puerta… entramos, dejamos los abrigos, todo gratis, of course… y bebimos “cubalibres” (aquí eran Havana Club & Coca-Cola con medio limoncito). Adrián (inversiones) practicaba un híbrido entre el baile de San Vito (digo yo que se escribe así), salsa y sevillanas con una rumana, o cubana, que para el caso es lo mismo. Sergio y yo bebíamos y dábamos vueltas. Estábamos como unos 10 españoles/as. A mi compañera de piso, Ana, la cogía un cubano y le estaba enseñando un par de pasos. El sitio estaba de muerte, la bebida era gratis, todo el mundo parecía estar disfrutando mucho, pero yo tenía la cabeza puesta en mi cama. Qué sueño. En determinado momento de la noche entraron 5 chicas y se pusieron a bailar en la barra en plan Bar Coyote. Pero ni eso me animó. Simple y llanamente ayer no tenía cuerpo. Gracias a Dios no era el único y sobre las 0:00 nos fuimos a casa a dormir…

De momento todo va bien por aquí, como podéis leer. Pero la sensación de caos y desorden que impera en mi vida no me gusta. Entre la provisionalidad del sitio en el que vivo, la falta de tiempo para estudiar algo de rumano, o de lo que me queda para terminar la carrera, y los planes continuos durante todos los días de la semana uno no tiene tiempo de pararse y pensar tranquilamente. No me puedo quejar, me estoy divirtiendo, pero también quiero saborearlo. Seguro que sabéis a qué me refiero. Pues eso.