Oda a ¿una ciruela?
Hoy, justo antes de empezar el café que acabo de terminar en el momento de comenzar a editar este post de media tarde sin muchas pretensiones, he vivido uno de esos momentos en los que el tiempo se detiene y tus células nerviosas se estremecen gozosas ante la avalancha de sensaciones provenientes de las papilas gustativas. Y es que, deseoso de alargar lo máximo posible el tiempo de asueto antes de ponerme a trabajar, pero sin sentirme culpable, me encaminé a la cocina dispuesto a recuperar algo del lÃquido que perdà caminando hacia la biblioteca algunos minutos antes, y a donde dirigà mis pasos para hacerme con otro par de hatajo de hojas. Abrà el frigorÃfico y la vi. Reconozco que a primera vista el tono verde azulado que tenÃa en algunos centÃmetros cuadrados de su piel me hizo plantearme la posibilidad de enchufarme un yoghurcillo fresquito, pero el recuerdo de que estos perversos receptáculos de plástico de inspiración búlgara no albergan más que leche añeja empapada en bacterias me hizo tomar la pieza de fruta que inicialmente me habÃa movido a abrir el frigorÃfico, moderna anticaja de pandora de la música estomacal. La puse bajo el grifo, lo abrà con intensidad moderada a temperatura bien fresquita, y comencé a limpiar su piel con mimo y esmero. La sequé, con una servilleta de papel tamaño edredón. La mordÃ, una y otra vez. Han pasado quizás veinte minutos desde que arrojé, casi dirÃa que con pena, el hueso a la papelera. Ese hueso es lo único que me ha dejado, junto al propósito de repetir la experiencia dÃa y noche, antes, durante o después de la comida de turno. Cuántas veces habré agitado la cabeza cansado de escuchar al progenitor de turno: “come fruta”. Cuántas veces habré desestimado esas ofertas ante la perspectiva de tener que “perder” un tiempo valiosÃsimo en lavarla, pelarla… hasta dónde puede llegar el egoÃsmo y la sinrazón del que sólo vive para si.
¡Comeré fruta!.
Aunque no supiera su nombre, hoy un ejemplar de fruta me ha enseñado más que cientos de imperiosos mandatos sin argumentar a lo largo de muchos años de poco saludable existencia. Creo que era una ciruela, pero ¿acaso importa?. Lo verdaderamente importante ha sido su enseñanza.
Con un 90% de agua, rica en vitaminas y cereales, fibra, sales minerales como potasio, magnesio, hierro y calcio, antioxidantes, y casi carentes de calorÃas. Y, por si fuera poco, decoran y llenan de vida nuestros comedores.
Ciruela o no, gracias.
ACLARACIÓN: siempre he comido muchÃsima fruta, las referencias autobiográficas son totalmente falsas. 😀
7 comments
jejeje, magnÃfica entrada, me han entrado ganas de buscar una ciruela en la nevera, que se me han quitado cuando he caÃdo que si no las he metido ahÃ, para qué buscarlas… en fin, también utilÃsima la explicación de provenientes. Un abrazo.
Me ha encantado tu blog 🙂
Creo que me voy a tener que aplicar el cuento de comer fruta…y visto tu experiencia con la ciruela me han entrado muchÃsimas ganas de comer una! ñam! 😛
Saludos :*)
Oiga… Ya dijo Hitchcock que nunca se debe mentir en un flash-back…
@Gons, Lucia: me alegro de que os haya gustado, y os hayan entrado ganas de comeros una, 😛
@Alejandra: ¿eso dijo?, no lo sabÃa: me lo expliquen.
Él hizo una pelÃcula de las suyas que se llama “Pánico en escena” o algo asà en español. Una de asesinatos. El filme tiene flash-backs que al final se descubren como falsos. O sea, lo que creÃamos que habÃan hecho los personajes en el pasado, resulta no ser lo que en realidad han hecho. Nos habÃan mentido sobre el pasado de los personajes. La pelÃcula fue un sonoro fracaso. De ahà Hitchcock sacó una importante lección: uno puede mentir sobre el presente o futuro, pero nunca sobre el pasado. El pasado está escrito con cincel y martillo en el libro de la Historia y no se puede cambiar.
¿Conoces este poema de Neruda?
http://spanishpoems.blogspot.com/2005/02/pablo-neruda-oda-la-ciruela.html
Jajajaja, no, no lo conocÃa. Pero después de leerlo por encima, queda claro cuál es el de Neruda y cuál el de Banyuken 😉